Pedro Cano eleva la cotidianidad al más alto límite y desde su flechazo por Roma, tras su estancia de pensionado en esta Academia al inicio de los setenta, ha sido siempre un referente español en esta ciudad, y a él podrían aplicarse aquellos versos de Alberti en su "Roma refugio de caminantes":
"Dejé por ti todo lo que era mío Dame tú, Roma, a cambio de mis penas tanto como dejé para tenerte".
Tenencia, añadiríamos, tan sólo interrumpida - o tal vez ni eso- por sus estancias en Anguillara o en su Blanca murciana, sus otros dos amores. Pero es hora de callar, la fiesta empieza ya.
Fuente: Felipe V. Garín Llombart. Muros de papel. Catálogo Pedro Cano ad Portas. 2000.
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