La Región de Murcia cuenta históricamente con un condicionante desfavorable para el desarrollo de una extensa ganadería: la escasez de grandes pastos debido a las largas sequías que sufre el territorio.

Sin embargo estas mismas características climáticas y físicas permitieron la perfecta adaptación del ganado caprino y ovino, quedando las principales especies suministradoras de leche o carne en el ámbito doméstico, y el ganado equino para el trabajo en explotaciones agrarias hasta la aparición de la mecanización en el campo.

Tradicionalmente la posesión de un número elevado de cabezas de ganado estaba supeditada a la superficie de tierras dedicadas a pasto en manos del propietario y el entorno campesino. Las grandes haciendas contenían diversas “manás” de ganado con variedades como la “castellana” o “marqueseña”. Estos rebaños, aunque pertenecían a los dueños de la tierra, se encontraban bajo el cuidado de pastores que pasaban la mayor parte de su jornada laboral en los pastos.

Durante los primeros años del siglo XX la producción de ganado comenzó a orientarse hacia el consumo de carne, pasando de una ganadería itinerante a otra estabulada o de régimen mixto por lo que las zonas de pasto se convirtieron prácticamente en reliquias del pasado. Esta circunstancia dio lugar al desarrollo de extensos cultivos de cereales como alimento animal, aumentando además las importaciones de piensos y maíz.

La cabaña ovina murciana comenzó a decrecer debido en parte a la crisis progresiva de la manufactura textil lorquina, la reducción de las superficies de montes comunales y la destrucción de las vías pecuarias como consecución de las sucesivas desamortizaciones españolas. La ganadería se orientaría a partir de este momento hacia el mercado de carne y el curtido de pieles.

Los propietarios de grandes fincas estimularon los cruzamientos entre diferentes razas con el fin de especializar los rebaños. El cruce de cerdo autóctono con sementales ingleses de rápido engorde y mayor peso daría como resultado el Chato Murciano.

Las necesidades de alimentación de la población y su repercusión económica en las ferias locales representaban otro de los factores clave para entender la selección de ciertas razas. La cabra murciano-granadina se mostró como la mejor adaptada a las condiciones de un mercado lechero en alza.

Desde la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad se ha originado una profunda transformación en la ganadería regional, siendo sustituida la ganadería doméstica por otra de producción industrial.

Animales en casa

Cada hogar o barraca disponía de una granja doméstica ubicando los animales de menor tamaño en jaulones y el resto en corrales de patio. Así los más característicos fueron pavos, pollos, conejos y gallinas, tanto por su reducida envergadura como por la facilidad de su cría y docilidad. Aljibes y abrevaderos constituían elementos clave en casa para la bebida de las bestias, utilizándolos también las ganaderías trashumantes.

Feria del ganado

Las ferias de ganado eran fechas muy señaladas dentro del calendario agrario y ganadero anual para campesinos y patronos. En ellas se vendía, compraba e intercambiaban diversas cabezas de ganado a través del “trato verbal” ya que en contadas ocasiones existía partida presupuestaria. No obstante existía una clara diferenciación entre las ferias locales donde los campesinos o pequeños propietarios trataban de vender sus contados animales y las grandes transacciones realizadas por los principales propietarios de cabañas ganaderas en las ferias de ciudades como Lorca o Murcia.