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FIESTAS

Moros y Cristianos de Murcia

Embajada Mora

ACTO I

(El jefe yemení se acerca con sus tropas al escenario.

A corta distancia, avanza solo y con actitud meditabunda comienza su monólogo)

Yemení:   

La ira que me acompaña
No debe apagar mi pena,
Para que tan vil hazaña
No quede sin su condena.

Allah pongo por testigo,
En este vergonzoso día,
Que no ha de quedar sin castigo
Semejante felonía.

¡Qué triste condición la humana!
¡Qué humanidad ausente, que parte mi corazón!
¡Qué corazón de raza, que no se pretende hermana!
¿Qué hermandad se siente al sentir la sinrazón?
¡Angustia, dolor, tristeza!
Sentimientos que me embargan traspasando mis entrañas,

Despertando el orgullo para luchar con saña.
¡Ardor, fuerza, entereza!
Pero...¡Ay de mi y de mi lamento!
Pues ya veo al mudarí.
Trocaré este sentimiento
Por ira de yemení.

(Sale el mudarí y su gente al oir ruido de tropas)

Mudarí:

Quién se acerca a estos dominios
Haciendo sentir sus armas?

Yemení:

Aquellos que aciagos designios
Han cubierto con voces de alarma.
Los hijos de Sem, hoy andalusíes,
Originarios del Yemen,
De su estirpe orgullosos,
Hombres y guerreros impolutos,
Cuyas armas hoy visten lutos
Provocados por insidiosos
A los que en modo alguno temen,
Pues nos llaman yemeníes.

MUDARÍ:

También hoy andalusíes,
De buena estirpe venimos,
Somos de Ismael descendientes.
En Hechaz, cuna de Medina y La Meca

Nacieron nuestros mayores.
No admitimos los insultos
Que provienen de traidores,
Pues contra Allah y su profeta peca
Quien los aceros hirientes
Vuelve, y eso no lo consentimos
Los aguerridos mudaríes.

Yemení:

¿Traidores llamas, impío
A quienes, hijos de buena cuna,
Acuden a este desafío,
Unidos todos en una?

¿Llamas acaso traidor,
a quien defiende a su hermano
y para limpiar su honor
viene con arma en la mano?

¿Llamas también pecador
al que busca la alimaña,
que ha vertido este dolor
que nuestros cuerpos empaña?

Escucha mudarí mi grito,
No he venido a oir desatinos.
Es mi honor, te lo repito,
Quien cruza nuestros destinos.

MUDARÍ:  

Tienes un mal consejero
En tu agrio corazón;

No vienes cual mensajero
Al que atiende la razón.
Hablas de armas y guerra,

De honor perdido y maltrecho
Y sólo te atiende el derecho
Del que, sin ver, sólo yerra.

Vienes clamando venganza,
Incitas a toda tu gente;
La violencia como lanza
No acompaña al más prudente.

Has de saber, yemení,
Que en la tierra y en el cielo
Sólo recibe consuelo
El que lucha en buena lid.

Que la vil condición humana,
Que hoy nos honra y agasaja,
Mañana te despedaza
Si el interés lo reclama.

Y defendías con denuedo,
Te puede arrancar un dedo
Si le hace falta en su mano.

Que a los hijos que llamabas
Porque todo de ti aprendieron,
De tu desgracia rieron
Mientras que tú los llorabas.

Que esta vida es un camino
Donde caen los mejores
Y otros compran honores
A costa de tu destino.

Creas tu propio acervo,
Tu obra sólida y fuerte,
Y, o se la lleva la suerte
O la mata el primer cuervo.

¡Piensa, recapacita, reacciona!
Que en paz te ofrezco mis manos.

Y Las armas abandona
¡No luchemos los hermanos!

Yemení:

¿Hermanos dices,mudarí?
Nunca tu sangre he sentido,
Ni tu estirpe, ni tu raza,
Y si vengo contra ti

Es por mi honor ofendido
Y no por vana amenaza.
Buenos consejos me dabas,
Tan sólo hace un momento,
Y en verdad no reparabas
La causa de mi lamento.

He sentido lo que dices
En mi propio corazón,
Cerrando mis cicatrices
Tan sólo con el perdón.

Perdón a los que un día,
Aún de aciaga memoria,
Por demostrar mi hidalguía
Quisieron borrar mi historia.

Historia de desazones,
Llantos y sufrimientos,
Trabajo,sembrando mieses
Uniendo unos corazones
Rotos en mil lamentos
Por pérfidos intereses.

Dar todo y merecer nada.
Esa es la ley de la tierra.
El interés te parte con su espada
Y encumbra al que más yerra.

¡Qué vana condición la humana
que genera sufrimiento,
sin saber que en el mañana
de otros será el lamento!

Lamento como este mío,
Que hoy en tus puertas proclamo
Y que exige el desafío
Que por mi honor te reclamo.

Mudarí:

Desafíos y lamentos,
Deshonor que exige venganza.
¡Dime, pues, los argumentos
que alteraron tu templanza!

No sé la causa del deshonor
Que a las armas te convoca,
No conozco por qué ese dolor
En tu corazón provoca.

Heme aquí tan conpungido,
Sorprendido y extrañado,
Sin saber qué ha producido
Tu proceder tan osado.

Porque osadía es, y me extraña,
Levantar en armas tu gente,
Venir cual fiera alimaña
Provocando al más prudente.

Yemení:

Me sorprende tu ignorancia,
Tu insulto me desafía,
No comprendo tu jactancia,
Ni comparto tu osadía.

Escucha por mi propia boca
En este breve relato,
Ya que, quien hoy te provoca,
Te explicará el desacato.

Un honrado yemení
Queriendo tapar su jarra,
De una viña mudarí
Cogió una hoja de parra.

¡Qué destino más esquivo!
¡Qué destemplada suerte!
¡Qué absurdo como motivo
para causarle la muerte!

¿O es acaso la fiera
en que el mudarí se convierte,
la que, por placer quisiera
infligir al yemení la muerte?

Triste destino, ¡Oh, Mahoma!
El que a los hombres espera,
Si la vida de otro toma,
La vida, si ,¡la vida entera!

Nuestra especie tendrá males
Si no cambiamos su suerte,
Siendo el único de los animales
Que disfruta con la muerte.

¡Sangre a la sangre!
¡Frío al frío!
¡Llanto al llanto!
¡Tierra a la tierra!

Mudarí:

De venganza tienes hambre,
Hambre de desafío,
Desafío sin espanto,
Espanto que trae la guerra.

No creo en tu razonamiento
Falaz e incongruente,
Más bien veo el enfrentamiento
De nuestras tribus pendiente.

Enfrentamiento que la historia
Hubiera querido olvidar
Y que traes en tu memoria
Y en las armas a la par.

Si quieres lucha, ¡que la haya!
Y no juegues más conmigo;
¡prepárate a la batalla
como mi peor enemigo!
Ya he escuchado suficiente.

¿Qúe contestas, descastado?

Yemení:   

¡Que la sangre de tu gente
Limpie mi honor mancillado!

Mudarí:   

¡Con él cortaré tu lengua
Que te pregona embustero!

Yemení:

¡Luchemos pues,sin tregua,
Y que hablen los aceros!

 Mudarí:

¡Mudaríes, a las armas!

Yemení:

Yemeníes , defendamos nuestro honor!

Mudarí:

Que suenen toques de alarma!

Yemení:   

¡Demostrad vuestro valor!

 (Se produce entonces un enfrentamiento armado entre las dos facciones. Terminada la lucha, Abu Samaj, jefe yemení, se muestra vencedor y sus huestes le aclaman )

ACTO II

 (Sobre los muros, centinelas. A lo lejos se oyen tambores y trompas de guerra que anuncian la llegada de Yabir ben Malik, embajador de Abd-al- Rahman II, emir de Córdoba.

Al oirlos, los centinelas avisan y el escenario se va llenando de rebeldes con Abu Samaj a la cabeza.)

Yabir:    

Rebeldes incontrolados
Musulmanes homicidas
Ahora vereis sojuzgados
Los instintos homicidas.

Decid que salga al momento
Vuestro jefe yemení,
Pues le trae parlamento
Yabir ben Malik.

Abderramán, nuestro emir,
Hasta aquí me ha enviado,
Pues la Cora de Todmir
Al caos se ha entregado.

Así pues, ¡que salga, digo!
Y que no aumente mi espera
O recibirá el castigo
Y la sumisión postrera.

Abu Samaj:

Un yemení no se esconde,
Un jefe tiene talento;
Abu Samaj corresponde
Cuando le traen parlamento.

No hay vanagloria ni reto.
Tampoco gente humillada,
Sino profundo respeto
Al escuchar tu embajada.

Yabir:

Abu Samaj, yemení,
Rebelde encorajinado,
Escucha la voz de tu emir
Que por mi boca ha llegado.

Sabemos que en causa justa
Lavaste en sangre tu honor,
Causando al muradí desmanes.

¿No comprendes que disgusta
al emir, nuestro señor,
la lucha entre musulmanes?

Nuestra empresa en esta tierra
Es propagar nuestra fe
A los infieles cristianos;
Si luchamos entre hermanos,
ejamos ciego al que ve
Y damos razón al que yerra.

Nuestra misión no prospera
Oscureceis el mañana,
No servís de buen ejemplo.

¿No veis que el infiel espera
de la fe mahometana
ver derrumbarse el templo?

Abu Samaj:

Si ves que a un hijo tuyo,
Sin razón justificada,
Atropellan y dan muerte,
¿no se rebela tu orgullo?
¿No hierve tu sangre humillada?
¿No castigas quien la vierte?

Es muy fácil el perdón
Para quien no se siente ofendido.
¡Corramos un tupido velo!
Pero del humillado, el anhelo
Es ser correspondido
Por los que ven la razón.

De humillados y ofendidos
Que a su suerte se resignan,
Están los cementerios llenos

Por no provocar la riña.
Otros, con la razón, no sometidos,
A sus hermanos convocan,
Expulsando los venenos,
Unidos como una piña.

Eso he hecho yo, Ben Malik,
Unirme con mi gente,
De la dinastía fundadores,
Castigando a los traidores
Que gracias a un imprudente
Provocaron al yemení.

Yabir:

Las razones de esa ofensa
Comprendemos y admitimos,
Más la guerra como defensa,
Sin contar con el emir,
como muslimes, no permitimos.

Y menos aún compartimos
Tu reacción altiva y falaz,
Ni la de esta ciudad de Iyyud,
Pues mucho dolor sentimos

Cuando nuestras tropas de paz
Derrotadas fueron
Por tu guerrera actitud.

¡Qué agravio para el emir!
¡Qué osadía más repugnante!
¡Qué guerra sin fundamento!

He escuchado tu lamento
Tan sólo hace un instante
Contra el traidor mudarí.

¿Y, no es acaso, mayor traición
luchar contra Abderramán,
que envió sus tropas con afán
de parar la rebelión?

¡Que no te ciegue la ira!
¡Que el orgullo no te arrebate!
Que es más sabio el que mira
La razón de su combate.

Dime pues, ¿qué contestas?
No vaciles un momento
Pues espero las respuestas
De tan vil comportamiento.

Abu Samaj:

Ríe el hombre la miseria
Cuando es de sus semejantes.
Quiere pasar a la historia
Luchando contra gigantes.

Llora el hombre la desgracia,
Más no la ajena, la propia,
Y llora donde reía,
Pecado de su falacia.

Respuesta pides, Yabir,
Después de tu parlamento
Reconociendo al que yerra:

Perdón le pido al Emir,
Ofreciendo de lealtad juramento
Hincando mi rodilla en tierra.

Yabir:

Levántate y escucha,
Pues no he venido a humillarte,
Aunque me atienden razones,
Pero por tu desgraciada lucha
Perdón puedo otorgarte

Sometido a condiciones:
La ciudad de Iyyud,
Cizaña de esta sangrienta cosecha,
Conocerá la destrucción
Para olvido de la historia.

El Emir con rectitud,
Quiere verla deshecha
Como castigo a su traición,
De tan amarga memoria.

No así sus habitantes,
A quienes perdona la vida
A cambio de su lealtad;

Andad, pues, vigilantes,
Pues otra causa perdida
Y perdereis la libertad.

Abu Samaj:

Grave la falta ha sido
Pero también el castigo impuesto.
Con la vida perdonada,

A hombres que tanto han sufrido,
Te pongo de manifiesto
Que, sin hogar, no son nada.

En nombre de Allah me lamento,
De Mahoma, a quien bendijo.

A Abderramán yo le imploro:
¿Dónde encontraremos sustento?
¿Dónde, en las noches, cobijo?
¿Dónde refugio y decoro?

Yabir:

En esta gloriosa hora,
Traigo de Abderramán mandato
De dar para el emirato,
Nueva capital a la kora.

Quiere además, nuestro Emir,
Que, con todo su esplendor,
Pompa, gloria y calidad,

Los destinos de Todmir
Dirija el gobernador
Desde la nueva ciudad.

Urbe fuerte y amurallada,
Con ricos jardines y fuentes
Que pregonen su hermosura,
Su donaire y su portento.

Mursiya sea llamada
Para gloria de sus gentes,
Que a la vera del Segura
Coloquen su emplazamiento.

Alcázares y mezquitas
Pregonen su voz a los cielos,
Su poderío y su riqueza,
Donde yemeníes e ismaelitas
Imploren a Allah sus anhelos
Mostrando al infiel fortaleza.

Y ese indomable río
Que pasará por sus puertas,
De la mano del hombre espera
No correr a su albedrío,
Alimentando feraces huertas,
Casa de la primavera .

Y quieran sus habitantes
De futuras generaciones,
No olvidar esta lección
Nacida de la hostilidad.

Celebren fiestas galantes
Recobrando tradiciones,
Conmemoren la fundación
De Mursiya, su ciudad.

(Terminado el parlamento, los personajes se van difuminando en escena, desapareciendo todo el atrezzo guerrero.)