Buñuelos
Buñuelos

Noviembre, mes de patatas, castañas y nueces

    El 1 de noviembre es tradición degustar deliciosos postres típicos de este día como los huesos de santo, los buñuelos de viento y panellets en Cataluña. La comensalía viene a ser un elemento de relevada importancia en los diferentes periodos festivos distribuidos en el calendario festivo anual. Todas las regiones cuentan con platos gastronómicos representativos e identificativos de su comunidad o zona en la que les hacen característicos de ella. Podemos encontrar en cualquier pastelería que se precie los buñuelos de viento (cuenta la tradición que cuando te comes un buñuelo sacas un alma del purgatorio) y los huesos de santo, que son dulces de azúcar y huevo que fingen el canibalismo sacro. Si uno se come a los muertos simbólicamente es porque los quiere y no les tiene miedo.

    El inicio del invierno tenía su repertorio culinario particular, desde los alegóricos buñuelos de viento (recordemos que la palabra ánima significa viento, en griego) a los más humildes como los boniatos asados y calabazas al horno.

    A la comarca del Bajo Segura, en el extremo meridional valenciano, tenían para los días de "Tosantos y Difuntos" un postre casero hoy en día casi desaparecido, las gachas de difuntos o de santos, hechas con harina anisada endulzada con arrope y calabazate.

    La costumbre de comer castañas asadas con motivo de la festividad de la fiesta de Ánimas, ha sido común en toda la zona norte de la Península. Hay que tener en cuenta que en las zonas en donde no había castañas se comían los frutos de la zona. En Andalucía a estos frutos les llamaban "Tosantos". En todos estos sitios los jóvenes pasaban por los domicilios a recoger los donativos de castañas.

    En la Región de Murcia, al llegar el tiempo de difuntos, en multitud de casas particulares o comunes y plazas de calles, se elaboran productos propios de este tiempo. Castañas asadas, arrope calabazate o calabazote, huesos de santo, gachas con arrope...

    Lo más característico, al igual que económico, eran las castañas, aún consumidas en este siglo XXI. Hacia 1908 (El Tiempo, 2 de noviembre de 1908) una noticia publicada en el diario El Tiempo contaba lo siguiente respecto a las castañas en la ciudad de Murcia:

    “Lo típico en el día de Todos Santos son los puestos de castañas. No aparece la castañera hasta que no asoma Noviembre. En su primer día en las plazas y en las calles veréis la consiguiente mesa con su manta, en medio de la cual, guardando su calor, están las «castañicas calientes», y en el suelo, la cocina portátil donde se coloca la agujereada sartén donde ha de asarse.
    Es lo típico, lo que dá más carácter al día, una de las cosas sin la cual estos días resultarían de gran sosería.
    Completa el día las gachas con su arrope.
    Pocas serán las casas donde no se compra su «medio» de castañas asadas y un poco de arrope para hacer una buena fuente de gachas.
    Ambas cosas las llevan consigo estas fiestas y hay que ir con la corriente
”.

    Asimismo los anuncios publicados en prensa local, informaban al lector sobre los productos elaborados por confiterías ubicadas en la ciudad, en muchas ocasiones, postres o dulces destinados a gente de la alta sociedad murciana ya que no todos podían acceder a su coste.

    El arrope calabazate ha sido durante miles de años un producto natural elaborado artesanalmente hasta nuestros días. Cuando llegaba el tiempo de difuntos, los artesanos, subidos en bicicletas, carros o motocicletas viajaban por todas las poblaciones de la huerta de Murcia vendiendo este producto al son de su bocina diciendo: “arrope calabazate, al rico arrope”.

    Una muestra de su consumo a principios del siglo XX (Diario de Murcia. 1 de noviembre de 1902), nos la describe un breve anuncio: “CALABAZATE Y ARROPE. Lo vende la Martina, á seis perros gordos la libra, en la Posada del Malecón.

    En el Campo de Cartagena, para el día de “Tosantos”, se hacían tostones (a base de panochas morunas) o palomitas de maíz con azúcar en las casas y también en las tabernas donde se juntaban dos o tres amigos a comer tostones con un poco de anís después de haber visitado el cementerio.

    Como todas las fiestas tiene una convocatoria de asistencia y encuentro entre familiares, a los que se le hace un tipo de invitación preestablecida.