El mochuelo es un ave rapaz nocturna de pequeño tamaño (unos 22 cm de la cabeza a la cola), de una envergadura alar aproximada de 65 cm, de aspecto rechoncho y sin las 'orejas' que caracterizan a los individuos de otras especies de rapaces nocturnas. Las alas del mochuelo no son muy largas y de forma redondeada, al igual que su cola (corta y redondeada).

     El plumaje que cubre su cuerpo es de un color grisáceo parduzco, completamente moteado de manchas blancas, y con una especie de cejas blancas, que parecen unirse entre los dos ojos, dándole a su cara ese aspecto tan característico y simpático, pareciendo unicejo. Tiene, también, un característico vuelo ondulado, con aleteo irregular y algún corto planeo.

Hábitat

     El mochuelo tiene preferencia por zonas abiertas con algo de arbolado disperso (zonas de cultivo, campos se secano abandonados,'), aunque también es un ave muy relacionada al medio rural humanizado, al que no es difícil localizar en caserío ruinosos y escombros, en las afueras de pueblos, siempre subido en lo alto de un poste, tejado, farola o rama, oteando el suelo.

     También es muy frecuente verlos en los alrededores de las carreteras. Sólo huye de las zonas boscosas y de alta montaña.

Distribución

     Se trata de una especie bastante extendida por la Península Ibérica, y en Murcia aparece localizado por toda la Región, aunque es más abundante en la mitad Norte.

     Suele nidificar en agujeros de paredes, ruinas, árboles e incluso en agujeros en el suelo (madrigueras de conejo abandonadas).

Alimentación

     La dieta del mochuelo se basa principalmente en caracoles e insectos, aunque también caza algún que otro ratón de campo y algún pequeño anfibio.

     Hay que señalar que es un ave que aún siendo nocturna, tiene su principal actividad cazadora durante el crepúsculo y el alba, por lo que es fácil de observar en los atardeceres.

Curiosidad

     Su nombre científico proviene de la diosa griega Atenea, ya que el mochuelo era su símbolo, por este motivo este animal era sagrado para los griegos, sin embargo los romanos veían en él signos de mala suerte y desgracias.