Los condicionantes medioambientales predisponen a la región para ser un territorio de contrastes. Frente a la fértil vega, dispuesta linealmente a ambos lados de los cursos de agua principales, se encuentran las áridas estepas y los extensos campos de secano, propios de un territorio parco en recursos hídricos.

     La amplia gama de paisajes áridos de estepa que encontramos en la región, lleva asociada una problemática muy diversa y complicada, en cuyo origen se encuentra el ser territorios claramente infravalorados por las poblaciones locales.

     Las dificultades de manejo que presentan estos ambientes y las duras condiciones de vida que imponen, junto al desconocimiento de los valores naturales que atesoran, han motivado, en gran medida, que las áreas esteparias sean objeto de diferentes y muy diversas agresiones.

     Entre éstas se puede destacar el enorme desarrollo que ha adquirido la agricultura de carácter industrial e intensivo, en las últimas décadas, y que está propiciando nuevos frentes de roturación, el aporte de recursos hídricos externos (pozos, trasvase Tajo-Segura, etcétera) y la puesta en cultivo de tierras, hasta hace poco, marginales.

     La topografía llana de las estepas facilita la ubicación en ellas de grandes obras de ingeniería tales como autovías, líneas férreas, tendidos de alta tensión… y otras infraestructuras, como gasolineras, plantas de tratamiento de residuos, etcétera, estableciéndose también, por lo general, los polígonos industriales de muchos pueblos y ciudades. A esto se añade la proliferación de urbanizaciones, tanto legales como ilegales en estos espacios esteparios, campo de Cartagena, Murcia, Sucina, Águilas, Alhama, Ajauque, Yecla, Jumilla, Lorca, Mazarrón…

     Es habitual la instalación también en estas zonas de granjas y cebaderos, como ocurre a lo largo del valle del Guadalentín, o en el Llano de las Cabras, siendo objeto además los saladares, de vertidos de basuras, industriales y domésticas.

     Han sido frecuentes la realización de maniobras de carácter militar, paracaidismo y ejercicios de vuelo rasantes (Carmolí, Valle del Guadalentín), y también civil, con la creación de aeropuertos privados y clubes de vuelo.

     Los planes de concentración parcelaria, que simplifican y homogeneizan el paisaje, en contraste los usos tradicionales a varias hojas que permitían la existencia de una gran biodiversidad en estos paisajes agrarios, como ocurrió en Yéchar, Mula… o las repoblaciones que se realizan en aras de una “restauración” mal entendida, como ocurre en los extensos y bien conservados espartales de la Sierra de Enmedio (Puerto Lumbreras), glacis del Picarcho (Jumilla), o del Llano de las Cabras (Aledo) del que posiblemente desaparecerá la principal población de alondra Ricotí existente en la región, con el crecimiento de la plantación de pinos.

     A esto se añade la caza furtiva de gran número de aves que habitan en estos parajes a pesar de estar estrictamente protegidas por la ley, en base al interés que presenta su conservación (avutarda, ortega, sisón, calandria, alcaraván, etcétera).

     Y un largo etcétera, son, en síntesis, algunas de las agresiones que sufren las áreas esteparias pese a tratarse de ecosistemas tan característicos y representativos de nuestros paisajes regionales. Hasta hace bien poco, ni uno solo de los espacios considerados genéricamente esteparios se encontraba contemplado por la administración regional para su protección, predominando en este sentido los paisajes boscosos y montaraces, menos representativos.

     En la actualidad, y aún siendo escasa la investigación y divulgación de los valores naturales de los paisajes esteparios, y faltando representación en la comarca del Noroeste, se encuentran con alguna figura de protección a escala europea, como ZEPA, LIC… e incluso como Parque Regional… los Saladares del Valle del Guadalentín, las Estepas de Yecla, los espacios abiertos del Mar Menor (marina de El Carmolí), los saladares de Ajauque y rambla Salada, la Sierra de la Almenara o los Llanos del Cagitán… o Cabo Cope-Puntas de Calnegre, lo que no ha impedido el deterioro de algunos de ellos, ni tampoco la descatalogación de otros, para pasar a ser zonas urbanizables.