La asociación de estas charcas a las vías pecuarias ha sido confirmada en multitud de casos, si bien existen otras de uso más local, asociadas a determinadas fincas o a desplazamientos cortos del ganado. Algunos sistemas importantes de charcas ganaderas se localizan a lo largo de cañadas, cordeles y veredas, pudiendo destacarse las propias de la “Cañada del Águila”, a escasa distancia del Cordel de Hellín a Yecla o las que se localizan en la Cañada Real de Calasparra (sobre la misma vía o a escasa distancia), y sobre otras veredas asociadas a ésta.

     Otras no muestran una relación espacial directa con ninguna vía, localizándose en zonas de ganadería extensiva, sobre todo de ovejas. En este y otros casos parece que las charcas están ligadas a las zonas de pastoreo de rebaños sedentarios, o a las zonas de origen y destino de los rebaños trashumantes, más que a la propia vía pecuaria.

     Algunos nombres de charcas desaparecidas, como el “Charco del Cuerno” (Cieza), guardarían relación con las rutas locales de traslado de los toros de lidia desde las fincas ganaderas hasta las poblaciones.

     Buena parte se asocian a cortijos y aldeas, y suelen tener un aljibe próximo, que aprovecha el mismo sistema de acumulación y llenado por escorrentía que la charca, pudiendo trasvasarle agua a ésta, dada cu cercanía, en épocas de sequía.

     Además del interés cultural e histórico que atesoran, la localización de las charcas a lo largo de vías pecuarias, plantean un escenario interesante para el diseño de itinerarios interpretativos. En ellos se podría interpretar el valor biológico de las charcas, como el producto de la interacción de la actividad ganadera con el medio a lo largo de la historia.