El carácter fundamentalmente árido de la Región de Murcia determina que los secanos y las estepas sean sus ambientes más representativos. Los paisajes considerados esteparios tienen un denominador común, el relieve llano o de suave pendiente, y la fisonomía de su vegetación, de tipo herbáceo o matorral, con ausencia total de arbolado, o a lo sumo, con pies muy aislados y que nunca llegan a formar una masa arbórea consistente. En esta amplia definición se engloban los extensos cultivos cerealistas del Altiplano, Calasparra, Mula, Caravaca, Lorca, etcétera, los espartales de Jumilla, Cieza, Puerto Lumbreras, Almendricos, Sucina, Alhama, Aledo, Aguilas, Mazarrón... y los saladares y albardinales del Guadalentín, Carmolí, Altobordo, Cope, etcétera.

    Una característica común con otras zonas esteparias es la extrema aridez de estos territorios. La temperatura media anual oscila entre los 18º C en los saladares del Guadalentín y los menos de 13º C en los Llanos del Tornajuelo y Aguzaderas (Caravaca), debido esto último a la mayor altitud (unos 700 m.s.n.m.) y a su continentalidad. La estepa litoral (marina del Carmolí) presenta una media inferior a 17º C, en este caso por el atemperamiento que produce la proximidad del mar. En general, presentan unos inviernos no muy fríos y veranos muy calurosos, y la amplitud térmica anual, llega a alcanzar los 20º C, al igual que la oscilación térmica diaria que también es muy acusada. Estos valores determinan unas rigurosas condiciones de subsistencia para las especies que allí habitan.

    La lluvia, es escasa, y su precipitación, torrencial. En pocas horas y en unos pocos días, repartidos entre los meses de primavera (abril) y otoño (octubre), cae buena parte del total anual, unos 300 mm. No obstante tienen gran importancia en estos medios la condensación que se produce del agua atmosférica durante la noche, formando rocíos, escarchas, etcétera, 'lluvias ocultas' que de algún modo palían estas mismas condiciones de aridez.

    La pérdida de agua del suelo, por evaporación y transpiración de los vegetales, alcanza en los territorios esteparios regionales valores que oscilan entre los 750 mm anuales en los llanos del Tornajuelo y Aguzaderas (Caravaca), y más de 950 mm en la Alcanara (Guadalentín), lo que supone un déficit hídrico que duplica las lluvias recibidas.

    El clima y los suelos que aparecen en la región potencian por sí solos la existencia de formaciones de estepa y secanos. Si añadimos la acción del hombre, en el ámbito de la cuenca mediterránea y en particular en el territorio murciano, desde tiempos inmemoriales, con la tala y roturación de bosques para su utilización en agricultura y otros aprovechamientos, no es de extrañar la gran extensión que ocupan en la actualidad. Si bien los suelos de los ambientes esteparios se caracterizan por tener bajos contenidos en materia orgánica ,y elevados en carbonato cálcico.

    El denominado por los romanos Campus spartarius era una enorme extensión de terreno dedicado exclusivamente al cultivo y explotación del esparto (Stipa tenacissima). Ocupaba una superficie superior a los 6.500 km2, distribuidos desde la costa cartagenera hasta el interior de la meseta albaceteña, y desde el golfo de Santa Pola (Alicante) hasta el bajo Almanzora (Almería), por lo que abarcaba casi toda la región excluyendo los relieves más abruptos y escarpados, así como los humedales y zonas encharcables. Es posible que la denominación de Campus spartarius hiciera referencia no sólo a la especie conocida como 'atocha', sino que también estuviera incluido el albardín (Lygeum spartum), del que se encuentran aún considerables extensiones.

    Hemos de mencionar también el paisaje característico de las estepas salinas, tanto continentales y como litorales, de las que encontramos buenos ejemplos en La Alcanara y Los Salares (ambas en el Valle del Guadalentín, Alhama y Totana) y la marina del Carmolí (Mar Menor) y COPE (Águilas).

    La deforestación y las roturaciones para la puesta en cultivo de grandes territorios que por su relieve eran propicios a la agricultura, dieron lugar a los extensos paisajes cerealistas que aparecen en la mitad septentrional de la región. Salpicados, en algunas zonas, por vetustos ejemplares de encinas, adehesadas, como en los Llanos del Tornajuelo, Aguzaderas, Derramadores, que representan todo un ejemplo de conjunción de dos usos diferentes, con pleno aprovechamiento de ambos, uno de menor productividad pero que confiere estabilidad al sistema, la encina, y otro más inestable y productivo, el cereal. Aunque los relieves de las estepas son llanos o de escasa pendiente, se producen importantes episodios erosivos.

Vicente Hernández