"Tortilleras", plato típico de Abanilla
Murcia enclave ambiental
Migas
Migas

Su contrapunto, lo marca la existencia de la huerta, gracias a la presencia de un gran colector: el río Chicamo, que drena las tierras de Abanilla. Hortalizas y frutales se alternan con un elemento típico que ha dado identidad y llenado de colorido esta zona del municipio: la palmera datilera Phoenix dactylifera. Fue introducida por los fenicios y muy cultivada posteriormente por los árabes, debido a la riqueza de su fruto. Más tarde, surgió la figura del "palmerero", como experto en el cuidado y explotación de este árbol.

Abanilla fue eslabón fronterizo de la Reconquista entre los reinos de Aragón y Castilla, heredando así usos y costumbres de unos y otros, a lo que sí se le suma la influencia morisca a que fue sometida, unido al característico medio en el que se encuentra enclavada, se tiene que Abanilla es una villa de rasgos variados, junto con una gran riqueza de costumbres y tradiciones.

La evolución de la población mantuvo una trayectoria ascendente, aunque moderada. Desde principios del siglo XX hasta 1950, descendió algo y se recuperó en la década de los 60, pero a partir de los 70 sufrió como en otras zonas de la región, un fuerte retroceso debido a las migraciones de una población con dedicación agraria sin perspectivas de futuro en la zona.

Actualmente el término municipal cuenta con unos 6.000 habitantes, de los que el 50% se encuentran en el casco urbano, y el resto repartidos principalmente entre las pedanías de Barinas, Macisvenda, Mahoya, Cantón y Los Martínez.

La mejora en las comunicaciones de este municipio con la capital y con Orihuela, pueblo con el que tradicionalmente se han mantenido importantes flujos comerciales y laborales, han propiciado un despegue económico y en menor medida demográfico.

La actividad agraria continúa teniendo un papel destacado en la economía de Abanilla, pero es sobre todo la industria extractiva la que tiene mucha población empleada, ya que éste es el municipio de Murcia con mayor densidad de canteras, tanto de áridos como de derivados del mármol, como es la caliza marmórea.

Formando parte de su patrimonio cultural, han quedado como huellas de la actividad de sus gentes, los molinos de agua. Ya en el Catastro del Marqués de la Ensenada, se desprende que en Abanilla existían dos molinos: "En esta Villa y su término hay cinco molinos de aceite y dos harineros de agua...". Hasta la fecha se ha constatado la existencia de hasta seis molinos de cubo sobre la red hidrográfica del Chícamo y sus afluentes. Los más importantes son: el Molino del Chícamo,el Molino de Chirrín, el Molino del Arco, Molino del Prado y el Molino de la Cal o de Santa Ana.

De la misma forma, otra importante infraestructura ha llegado hasta nuestros días: "La acequia mayor". Su origen se remonta a los romanos y lleva el agua del Chícamo desde La Umbría hasta Mahoya y Sahúes, para el riego de campos y huertas. Las bodegas y almazaras también están bien representadas en este municipio.

Formando parte de un patrimonio intangible, cuentan en su tradición con un personaje de leyenda, el bandolero Jaime Alfonso "el Barbudo".

Si hacemos un recorrido por su gastronomía, tiene un papel importante la carne a la brasa, en especial la de cabrito, el arroz con conejo y caracoles, los embutidos caseros, las "gachasmigas" y las "tortilleras", típicos de los días de lluvia; hortalizas como las habas o las alcachofas (aquí "alcaciles"). En cuanto a postres, destacan los frutos de la huerta como los famosos albaricoques de damasco y la pereta (exclusivos de esta zona), dátiles, "granás", higos, y la repostería tradicional: buñuelos, almojábanas, monas, madalenas, rollos de naranja o anís y almendrados y mantecados, típicos de Navidad. Todo ello regado por el magnífico vino del país, sin olvidarnos de la gran calidad del aceite prensado a la antigua usanza en las almazaras tradicionales que salpican el término.