A simple vista, lo más destacable de nuestro litoral es su variedad paisajística. Esta diversidad parente es el resultado de una combinación de factores ambientales, que a su vez varían ampliamente a lo largo de los más de 170 kilómetros de costa que delimitan la Región de Murcia por el sur y este.


La evolución geológica y  los cambios climáticos de estas zonas durante los últimos dos millones de años, e incluso antes, ha dejado en ellos una marcada huella. Durante las glaciaciones, por ejemplo, los hielos no cubrieron la región sureste de la Península Ibérica, convirtiéndose en una zona de refugio ecológico.

Por otra parte, el intercambio de formas de vida y los procesos de aislamiento y formación de nuevas especies biológicas han sido importantes en estas zonas, refugio y a la vez corredor de conexión entre dos continentes.

Nuestros ecosistemas, modelados a lo largo de la evolución de un territorio situado a caballo entre los actuales continentes Europeo y Africano, han sido modificados por el hombre desde la prehistoria hasta la historia reciente.

Tradicionalmente estas zonas han soportado una densidad de población relativamente baja, y una intervención poco intensa sobre el medio natural, que incluso ha incrementado localmente su diversidad.

El resultado es un paisaje variado en su aspecto y en los valores ecológicos y culturales que se preservan en él, fruto de la naturaleza y la cultura humana a partes iguales.

Además, diversos acontecimientos que afectaron negativamente a la fauna y a la flora del litoral ibérico, fueron menos intensos en esta zona. Por ello nuestros paisajes litorales destacan por una importante riqueza y variedad de formas de vida. Ello no significa que la degradación no haya sido muy fuerte, sobre todo en cuanto a pérdida y alteración de los hábitats naturales por la minería, el desarrollo industrial y urbanístico.

Desde el punto de vista morfológico, es la franja de terreno permanentemente emergida e influenciada indirectamente por el mar. De anchura variable e imprecisa, comienza donde termina la influencia directa marina y su límite hacia el interior es generalmente poco preciso. Esta franja entra a formar parte de la zona de transición e influencia mutua entre las tierras emergidas y el medio marino.

La línea de costa es, en cada momento, el resultado de un equilibrio inestable entre las fuerzas de origen marino y las fuerzas de origen continental y cualquier modificación de este equilibrio puede afectar a la línea de costa. A escala geológica, la situación y las características de la línea de costa en una región concreta pueden cambiar con relativa rapidez, siendo, quizás, los cambios del nivel del mar los que pueden producir un mayor impacto en un futuro no muy lejano.

Francisco Robledano