La seda es un material de propiedades sorprendentes que ha sido perfeccionado a lo largo de millones de años mediante selección natural por gusanos -orugas- y arañas.

Sin embargo, por seda entendemos normalmente la fibra obtenida del capullo de determinados insectos del Orden Lepidoptera que se produce principalmente en China, Japón, India y Asia Menor.

La seda del Bombyx mori, el gusano de la seda, constituye la mayor parte de la utilizada, aunque cantidades considerables de las llamadas sedas silvestres se producen por la Antheraea mylitta (India), A. assama (India), A. pernyi (China), y A. yama mai (Japón).

Antes de que el gusano de seda pase del estado de oruga al de crisálida o ninfa, segrega alrededor de sí mismo un capullo oval de unos 2,5 cm de largo, que consiste en un hilo continuo de hasta 1.200 m de longitud.

Este hilo se compone de dos fibras de seda o fibroína, unidas entre sí por una capa de cemento de seda o sericina. La doble fibra, con su recubrimiento de sericina, emerge semilíquida por un conducto situado en la cabeza del gusano y se solidifica ¿polimeriza- al contacto con el aire; entonces es tejida en el interior del capullo mediante unos movimientos de la cabeza en forma de ocho.

La fibroína tiene una secuencia de aminoácidos característica: (G-S-G-A-G-A)n. Esta secuencia forma láminas Beta con una cara de glicinas y otra de alaninas y serinas. Las láminas se empaquetan aproximando sus caras de glicinas y sus caras de alanina/serinas.

Las fibras de seda son fuertes  y flexibles. La seda es mucho más resistente que un cable de acero de similar grosor, y muchísimo más elástica. Se dice que un cable de seda del grosor de un lápiz sería capaz de detener a un Boeing 747 en pleno vuelo.

Al mismo tiempo, la singular estructura molecular de las fibras de seda permite que pueda estirarse hasta veinte veces su tamaño sin romperse.

Quizás el inventor de la canción infantil que contiene el famoso estribillo 'veinte elefantes se balanceaban en la tela de una araña' tenía más conocimientos científicos de los que nos imaginamos...  

Autor: © Julio Pedauyé Ruiz