Como conclusión final debe quedar entre los lectores que el patrimonio paleontológico es un regalo la Naturaleza, nos cuenta cosas de la historia geológica de la Tierra, de nuestra propia existencia, es el único modo que tenemos de conocer la vida del pasado, es una joya para la ciencia, es bello, es raro, es irrepetible, es la atracción para nuestros zagales, es simplemente un tesoro natural que pertenece a toda la sociedad. El coleccionismo, el comercio de fósiles, la destrucción o deterioro de sus yacimientos por estas u otras causas, es indefendible, es incompatible en una sociedad actual, que ya se considera culta y preocupada por la conservación de la Naturaleza.

     Qué bonito es ver el campo murciano adornado con fósiles, laderas y bancales plagados de ostras, casi todavía vivas, cabezos que son antiguos arrecifes coralinos, barrancos que rezuman erizos, cuevas con huesos de fauna africana de millones de años. Qué bonito es que esta diversidad geológica murciana, sea capaz de crear verdaderos amantes de su Naturaleza, verdaderos aficionados, cuya conciencia no les permita alterar estos tesoros pétreos, pero sí les facilite educar a sus niños en valores, con frases como “hijos mirad que maravilla de la Naturaleza, los fósiles nos cuentan tantas historias que no se cogen, se dejan para que otros niños los descubran, los disfruten”. Qué bonito, que estos niños sean los paleontólogos del futuro gracias a nuestros yacimientos y a una buena educación.

     Afortunadamente ya en España, y en Murcia en particular, las nuevas leyes para la conservación de la Naturaleza y el Patrimonio Cultural y otras actividades de geoconservación están generando una conciencia social, una inflexión que conllevará a su salvaguarda para las generaciones venideras. Por fin el patrimonio geológico empieza a ser valorado en igualdad de condiciones al resto del patrimonio natural y cultural.