Unos 100 m antes de llegar al molino Traviesa, podremos observar depósitos de conglomerados de un antiguo lecho fluvial. Entre sus clastos, destacan los fragmentos calizos con nunmulites que proceden de rocas del Eoceno que fueron desmanteladas de relieves situados más al norte, Somogil entre otros. También aquí aparece un buen ejemplo de una superficie de estratificación muy bioturbada por organismos marinos, con numerosas pistas y galerías (figura 3).

    Desde allí cruzaremos el río sobre una pasarela de hierro y por el camino que bordea la casa nos iremos hacia el poblado de Molinicos. Dejaremos este poblado en un montículo situado a nuestra izquierda y continuamos hasta llegar a una plataforma calcárea, un estrato plano, sobre la que discurre el río Benamor que origina antes una pequeña pero bella cascada. En las paredes margosas que bordean esta plataforma se pueden observar restos de paleodeslizamientos submarinos (figura 4) y en las rocas desprendidas numerosos restos de icnofósiles. Tras observarlos podemos volver por donde hemos venido y visitar el poblado de Molinicos.

    Ascendiendo por una senda, se llega a la cumbre del cerro de los Molinicos. La impresión es bastante grata al encontrar uno de los poblados ibéricos más importantes de la región de Murcia. El yacimiento, conocido desde finales de la década de los setenta, fue objeto de varias campañas de excavación dirigidas por el profesor Pedro Lillo Carpio de la Universidad de Murcia, gracias a las cuales se supo que contenía un poblado ibérico fortificado que fue muy importante en el siglo V y mediados del IV a.C., que se superpone a hábitats anteriores del Eneolítico, Bronce Pleno, Bronce Final y en el tránsito del segundo a primer milenio a.C.

    Tenemos delante de nosotros un ejemplo que avala que la diversidad e historia geológica es la base de nuestra propia historia y que su aprovechamiento, felizmente, puede incluso generar un patrimonio histórico para las generaciones venideras. La dinámica erosiva fluvial y la confluencia aquí de dos ríos moratalleros, dieron lugar a cañones fluviales que rodean este cerro, tanto por el norte, por el río Alhárabe, como por el sur y este, por el río Benamor. Estos procesos geológicos originaron un cerro con una situación privilegiada para su ocupación, puesto que es un fácil de defender y contaba con recursos hídricos abundantes en sus proximidades.

    Otra vez en el punto de partida, en las proximidades de la pasarela de hierro que se utiliza para cruzar el río, debemos detenernos a observar los depósitos de tormenta, las tormentitas, de esta plataforma marina fósil, las estructuras sedimentarias denominadas “Hummocky”. Se diferencian muy bien porque los estratos están formados por superficies alabeadas, por grandes rizaduras (figura 5).

    Proseguiremos aguas abajo del río Alhárabe por la izquierda del cauce, siguiendo los estratos de areniscas marinas, que aparentemente se encuentran horizontales. En la ladera del cerro de los Molinicos, se unen los dos ríos el Alhárabe y el Benamor, a partir de aquí nace un nuevo río, un nuevo nombre, el río Moratalla, que desemboca en el río Segura muy cerca del santuario de Nuestra Señora de la Esperanza, ya en Calasparra.

    Bajando hacia unos pinos que hay junto al lecho del río, podemos ver, a ambos lados del cauce, muy buenos ejemplos de las deformaciones que sufrieron los sedimentos de este pretérito mar. Se observan, tanto en la superficie de los estratos como en corte, excelentes ejemplos de laminaciones retorcidas, convolucionadas, volcanes de fango (figura 6). Estas magníficas estructuras sedimentarias permiten imaginarnos la importante agitación de estos fondos marinos, producidos por los terremotos y por las tormentas. También hay rizaduras simétricas generadas por el vaivén no bruco de las olas.

    Al principio se observa en el cauce del río como la disposición de los estratos en escalera origina algunas pequeñas gradas (sucesión de pequeños saltos de agua), mientras que aguas abajo empieza el río a encajarse y en sus márgenes aparecen diversas pozas más o menos elípticas generadas por procesos de erosión y disolución de los materiales carbonatados, son las marmitas de gigante, también llamadas pilancones o pilones. Es curioso observar el bonito aspecto amorcillado de las rocas debido a procesos de erosión y meteorización a favor de los sistemas de diaclasas ortogonales, que recuerdan a una red. En estos remansos de agua con suerte podremos ver galápagos leprosos.

    Durante el trayecto, es común encontrar grandes bloques caídos y algunos a punto de hacerlo. El descalce de las rocas más blandas, y las fracturas generan este tipo de desprendimientos, que paulatinamente van erosionando y ensanchando el cauce. Más adelante aparecen dentro de los estratos un buen ejemplo de paleo deslizamiento submarino, con una superficie erosiva muy neta.

    El paseo revela que el río comienza a encajarse progresivamente cada vez más, hasta dar un estrecho desfiladero de paredes verticales que nos obliga a ascender en altura. Es en este momento cuando se recomienda no continuar por el lecho, si no se está acostumbrado a transitar por caminos difíciles en el campo, si se tiene vértigo, o si se va acompañado de niños, ya que la senda se estrecha y discurre por precipicios y una caída sería mortal. Se recomienda, por tanto, tomar una senda más alta, que se aparta del desfiladero y que nos lleva hasta un rellano de margas.

    Una vez que hemos llegado al rellano margoso, se puede bajar sin dificultad de nuevo hasta el cauce, donde hay una parte plana y donde el desfiladero es más espectacular. Aquí el agua se precipita por un fino y profundo cañón, muy bello a la vez que sobrecogedor. En épocas con poco agua se puede cruzar al margen derecho, aunque un resbalón puede resultar muy peligroso, no en vano en este lugar ya ha habido algunas caídas con el resultado de muerte.

    Si se cruza, el recorrido se termina en un escarpe de más de 10 m donde se conservan travertinos y las ruinas de un antiguo molino que aprovechaba este desnivel. Es un sitio muy bueno para explicar la evolución geomorfológica del estrecho de Bolvonegro.

    El escarpe en realidad es un plano de falla normal asociado al accidente tectónico de Yecla-Jumilla, que bajó las margas marinas superiores y las puso en contacto con las rocas duras, areniscas inferiores, que forman el estrecho. El río se encajó en primer lugar sobre las margas suprayacentes, generándose así un cauce sobreimpuesto del que el agua ya no podía salir. Con el tiempo se encontró con las areniscas, con las tormentitas y sismitas, y fue haciendo el desfiladero que se ha visitado. Aquí, en el lugar del salto de la falla, el cambio brusco de rocas, causó que las margas se erosionasen con mayor facilidad, causando en el bloque hundido, hacia el este, un cauce ancho y profundo, y en el bloque levantado de la falla, en las areniscas, un cauce más elevado, un salto. El continuo, aunque no muy intenso, caudal del río Moratalla, está hoy día produciendo una erosión remontante, continúa esculpiendo y creando este espectacular y angosto desfiladero, este hermoso patrimonio geológico.