Figura 1: Formación de un glacis preservado por una costra caliza generada por el lavado vertical y lateral de carbonatos
Figura 1: Formación de un glacis preservado por una costra caliza generada por el lavado vertical y lateral de carbonatos
Antonio del Ramo

Los largos inviernos y la llegada del hombre a la región en el Cuaternario

    Durante eones el nacimiento y evolución de Europa fue guiado por acontecimientos geológicos, pero ahora una fuerza nueva y diferente estaba destinada a moldear la Tierra. Hace unos dos millones de años, el clima europeo entraba en una espiral descontrolada, las grandes glaciaciones, generadas, entre otros fenómenos naturales, por los ciclos de Milankovitch; variaciones periódicas de la orbita terrestre alrededor del Sol y de la inclinación del eje de la Tierra (tabla 6).

    Los glaciales que cubrían gran parte de Europa, incluso llegaron a Sierra Nevada, moldeando este continente, aunque no se han constatado sus evidencias en la región de Murcia. La última glaciación terminó hace unos diez mil años. Fue un proceso rápido, en menos de un siglo la temperatura ascendió unos diez grados, el deshielo generó un gran caudal de los ríos europeos, los grandes lagos finlandeses y el aumento de más de cien metros del nivel del mar. Produciéndose eventos tan espectaculares como la subida del nivel del mar del Mediterráneo cuyas aguas, a través del estrecho del Bósforo, generaron la formación del mar Negro.

    En Murcia, quizás, uno de los aspectos más relevantes de esta época fue la alternancia de periodos muy fríos y húmedos (coincidiendo con las glaciaciones) que fueron aprovechados por la fauna y flora centroeuropea para llegar a la región, que alternaron con periodos cálidos y áridos (interglaciares), algunos de los cuales fueron utilizados por faunas marinas tropicales para instalarse en las costas murcianas. A la vez que los primeros homínidos llegan a Murcia hace aproximadamente 1 Ma. Esta biodiversidad pretérita está demostrada por los yacimientos paleontológicos de Quibas, Cueva Victoria, Sima de las Palomas y Cueva Negra o el descubrimiento reciente de fósiles aislados como el mamut de Caravaca.

    Durante el Cuaternario en Murcia continúan los procesos de relleno de cuencas sedimentarias actualmente todavía activas como la cuenca del Guadalentín. Se generan nuevos abanicos aluviales al pie de las sierras (excepcionales en la ladera norte de la Sierra de Carrasoy) y glacis (figura 1). En los saltos y surgencias de agua se produce localmente la precipitación de importantes cantidades de carbonatos que originan la formación travertinos (Aledo, Bullas, Caravaca, Baños de Mula...). En zonas endorreicas precipitan arcillas y calizas lacustres. Los ríos y ramblas continúan encajándose, a veces en profundos cañones (Almadenes, rambla de Perea), desarrollan sus llanuras de inundación (las vegas) y diversos niveles de terrazas fluviales, que evocan su fluctuaciones del nivel de base. Los procesos de erosión y meteorización continúan desarrollando karstificaciones, glacis, paisajes en cárcavas, mesas o muelas, cuestas, crestas (figura 2), tafonis, rocas en seta, dunas, etc. En el litoral se forma el Mar Menor, acantilados, plataformas de abrasión, playas, tómbolos...

    El lejano pasado ha moldeado el presente. La geodiversidad murciana y su historia geológica, son sin duda los principales generadores del relieve actual, del paisaje, de los suelos, del excepcional patrimonio geomorfológico, de la diversidad climática, de los recursos y patrimonio natural (acuíferos, rocas y minerales industriales, georrecursos culturales, etc.), de las materias primas para nuestros monumentos, incluso de muchos topónimos de este enclave del sureste español. Algunas pinceladas que avalan esta afirmación y que sirven de síntesis de la historia geológica de Murcia, son:

    La gran diversidad de rocas que afloran y responden de forma distinta a los procesos geológicos externos, a la meteorización y erosión. La Orogenia Alpina que desplazó fragmentos de la litosfera hacia nuestro entorno, que levantó nuestras montañas hasta más de 2000 m, que las alineó, que originó grandes depósitos de sedimentos, que desecó el Mediterráneo. Sierras que son grandes pliegues, magníficos cabalgamientos, isleos tectónicos o simples estratos verticales. Ríos que se encajan por importantes fallas y por las litologías más deleznables con un desarrollo influenciado por los procesos geológicos. Erosión, un proceso natural que ha existido siempre y que en la región genera excepcionales paisajes en bad lands gracias a los antiguos fangos, barros marinos que ahora dan margas. Innumerables subidas y bajadas del nivel del mar que han dado lugar a alternancias estratos con rocas más o menos resistentes, origen de las muelas, mesas y cerros testigos. Cuevas, lapiaces, dolinas, que deben su desarrollo a la disolución de rocas calcáreas, legado de los fondos marinos del Mesozoico. Cabezos que no son otra cosa que antiguos volcanes, deltas o edificios coralinos emergidos y que afortunadamente conservan su forma original. Depresiones que son las zonas más profundas de aquellos mares terciarios o que la neotectónica actual ha hundido. Procesos sedimentarios y dinámica litoral que se adaptan a la diversidad geológica y que han conformado nuestras costas, nuestro mar Menor.

    Los procesos recientes de los demás componentes del sistema Tierra (atmósfera, biosfera, edafosfera e hidrosfera), incluida la actividad humana, moldean, retocan, acarician a esta vieja Geosfera, madre de nuestra región de Murcia, en una simbiosis indivisible que desencadenó una sucesión de acontecimientos increíbles, que han esculpido a Murcia durante su larga historia geológica. Una historia que está escrita en su faz pétrea. Es nuestro deber, conservar este legado geológico que ha necesitado más de quinientos millones de años para generarse, ya que nuestros descendientes necesitan aprender de la cultura que las piedras de Murcia nos ofrecen. Es obligación de padres, docentes, divulgadores de la Naturaleza y de toda la sociedad actual, concienciarlos para que sepan valorar y disfrutar el bien que heredarán. Pero para ello debemos empezar por nosotros mismos.