Figura 1: Reconstrucción paleogeográfica del Mediterráneo occidental durante el Eoceno medio, basada en la modificación de Martín-Algarra et al. (2004) de Ziegler (1988). En Vera, J. A. (2004)
Figura 1: Reconstrucción paleogeográfica del Mediterráneo occidental durante el Eoceno medio, basada en la modificación de Martín-Algarra et al. (2004) de Ziegler (1988). En Vera, J. A. (2004)

El Paleógeno: el Auge de los Macroforaminíferos y la Emersión de las Tierras

    El Paleógeno es el primer periodo del Cenozoico y en la Cuenca Bética se caracteriza por una nueva etapa tectónica. Mientras que durante el Mesozoico se produce un progresivo alejamiento de las placas Ibérica, Africana y Mesomediterránea, llegándose a formar una corteza continental adelgazada e incluso oceánica entre ellas, en este periodo se invierte la situación y se produce un progresivo acercamiento de estas placas que en el Neógeno concluirá con la fase más importante de la Orogenia Alpina en estas latitudes, la fase Bética (tabla 4).

    En este nuevo contexto tectónico, en el Paleoceno y Eoceno en los bordes del antiguo Mediterráneo, y en concreto en los dominios Prebético y Maláguide de la Cuenca Bética, se desarrollaron plataformas carbonatadas ricas en macroforaminíferos. Mientras, en el Subbético se produce sedimentación marina pelágica con episodios turbidíticos y los complejos Alpujárride y Nevado-Filábride sufren procesos de subducción y metamorfismo. Durante el Oligoceno se experimenta una somerización de gran parte del Dominio Prebético que provoca numerosas regresiones y transgresiones. El Subbético por su parte prosigue bajo las aguas marinas constantemente.

La extinción del Paleoceno-Eoceno

    El comienzo de la nueva era se caracterizó por un importante periodo regresivo (retirada del mar) en el dominio Prebético externo, especialmente en el norte de la región (Yecla), donde se originó una gran llanura salpicada de zonas pantanosas y lagunas, que hacia el sur entraba en contacto con el mar.

    Diversos estudios científicos sobre rocas marinas han permitido conocer detalladamente que ocurrió un evento de extinción hace 55 millones de años, el denominado límite P/E. Afortunadamente también muy bien representado en las margas del barranco de importancia mundial del Gredero, en Caravaca, unos 120 metros más arriba del límite Cretácico-Terciario (K/T). Se caracteriza por dos niveles grises de arcilla que se encuentran sobre un estrato calcarenítico, de tipo turbidítico, que contiene abundantes macroforaminíferos arrastrados desde de la plataforma marina.

    Lo que ocurrió en este medio marino de Caravaca, y en todo el antiguo Tethis, fue un progresivo descenso de la productividad oceánica y un gran aumento de la temperatura. La causa del aumento de temperatura, que resulta ser la más grande de todo el Cenozoico, parece estar relacionado con cambios tectónicos que provocaron una mayor actividad volcánica, cambios en la circulación oceánica y del nivel del mar. El desplazamiento de la India hacia Asia y la apertura del Atlántico norte influyeron en el sistema de corrientes marinas, restringiendo la corriente del Tethis. Con ello se produjo un incremento de la salinidad y temperatura de estas aguas, las cuales invadieron los fondos oceánicos y se interrumpió temporalmente la llegada de aguas frías de los polos. La liberación de CO2 produjo efecto invernadero que fue acelerado por la acumulación de CH4 y su producto de oxidación, el CO2, procedentes de hidratos de metano acumulados en los fondos marinos. La anoxia y la subida del nivel de compensación, de precipitación, de la calcita causaron la extinción de los foraminíferos que vivían en los fondos marinos batiales y abisales. Sin embargo, el aumento de temperatura produjo la expansión y diversificación de la biodiversidad de las aguas superficiales y de las continentales.

El auge de los macroforaminíferos durante el Paleoceno-Eoceno y la continentalización del Oligoceno

    El Eoceno (55,8-33,9 Ma.) se caracteriza por una plataforma marina carbonatada y sobre cuyo fondo se amontonaban grandes espesores de caparazones de macroforaminíferos bentónicos (nummulites, assilinas y alveolinas, entre otros), seres unicelulares provistos de caparazón calcáreo, que alcanzaron tamaños decimétricos en esta época y que formaban grandes barras que delimitaban albuferas, donde proliferaban diversos moluscos y equinodermos, junto con colonias de algas calcáreas y pequeñas construcciones coralinas. La presencia de estos macroforaminíferos, nos revela la existencia de un clima cálido y de mares poco profundos y oxigenados. Los restos de esta inmensa plataforma marina, hoy fragmentada por la Orogenia Alpina, pueden ser observados en numerosos enclaves geológicos de las Zonas Externas de la región; sierras de la Pila, del Águila, del Carche, los Álamos, la Muela de Moratalla, etc.

    A lo largo del resto del Paleoceno y parte del Eoceno, la paleogeografía fue similar (Figura 1) pero con varios eventos de avances (transgresiones) y retrocesos (regresiones) de la línea de costa, a la vez que se producían aportes arenosos silíceos con una progresiva reducción de la superficie de la plataforma marina en beneficio de los dominios continentales. Todo ello relacionado con movimientos tectónicos compresivos que auguraban la fase más importante de la Orogenia Alpina en la Cordillera Bética.

    La plataforma carbonatada hacia zonas más profundas daba paso a un talud sobre el que se desarrollaban abanicos submarinos que se extendían hacia el Dominio Subbético. Aquí se sedimentaban margas (facies de Capas Rojas), que alternaban con arenas turbidíticas y capas de nunmulítidos resedimentados, procedentes del norte, del Prebético, o del sur, del mismo Subbético. El Subbético más meridional se empezó a elevar, a plegar y a erosionar. Sobre los pliegues que afectan a este dominio se pueden ver también como se formaron incipientes plataformas carbonatadas.

    Durante este periodo se produjo la continentalización de gran parte del noroeste y norte de la región. La plataforma carbonatada quedó emergida y sobre ella se desarrollaron zonas fluviales y palustres donde sedimentaron lutitas rojas dando paso en algunas zonas a marismas y lagunas de aguas salobres donde proliferaron espectacularmente los bivalvos y sobre todo los gasterópodos. Mientras que hacia el sur continúa la sedimentación marina de tipo margoso.

Las Zonas Internas durante el Paleógeno

    El Complejo Alpujárride se fractura y se divide en varias unidades que se apilan unas sobre otras, a la vez que se superponen sobre los materiales Nevado-Filábrides. Mientras que el Complejo Maláguide sufre una importante regresión que genera la formación de una extensa plataforma carbonatada rica en foraminíferos bentónicos, más o menos somera, que se desarrolló sobre los sedimentos pelágicos del Mesozoico. Esta plataforma adquirió un espectacular desarrollo en el Eoceno, donde la proliferación de grandes foraminíferos (de hasta 10 cm de diámetro) originó potentes depósitos de calizas nummulíticas y de alveolinas. Mientras, en zonas aún más someras, cercanas a la costa e incluso en medios ya casi continentales (marismas) se produjo la sedimentación de carbonatos y grandes cantidades de conchas de gasterópodos, llegando a originarse zonas pantanosas donde los restos vegetales se acumularon y posteriormente dieron lugar a carbón; un ejemplo es el barranco de la Hoz, en Sierra Espuña. La sedimentación se produjo sin interrupciones importantes, sin discordancias, y sin cambios demasiados marcados en los tipos básicos de rocas. Los primeros cambios significativos empezaron en el Oligoceno, donde el depósito de la primera formación claramente de procedencia erosiva que se deposita en el Complejo Maláguide después del Triásico, conglomerados, augura los efectos de la compresión Alpina y el consiguiente inicio de formación de nuestras montañas.