Figura 1: Reconstrucción paleogeográfica del Mediterráneo occidental durante el Jurásico inferior, basada en la modificación de Martín-Algarra et al. (2004) de Ziegler (1988). En Vera, J. A. (2004).
Figura 1: Reconstrucción paleogeográfica del Mediterráneo occidental durante el Jurásico inferior, basada en la modificación de Martín-Algarra et al. (2004) de Ziegler (1988). En Vera, J. A. (2004).
Antonio del Ramo
Figura 7: Reconstrucción paleogeográfica del Mediterráneo occidental durante el Jurásico medio, basada en la modificación de Martín-Algarra et al. (2004) de Ziegler (1988). En Vera, J. A. (2004).
Figura 7: Reconstrucción paleogeográfica del Mediterráneo occidental durante el Jurásico medio, basada en la modificación de Martín-Algarra et al. (2004) de Ziegler (1988). En Vera, J. A. (2004).
Antonio del Ramo

El Jurásico: El Dominio de las Aguas Marinas

    El Jurásico es el segundo periodo de la Era Secundaria o Mesozoico. Con una duración de unos 54 Ma. abarca desde hace unos 199,5 Ma., hasta unos 145,5 Ma. (tabla 2).

La invasión marina del Lías (Jurásico inferior)

    Al principio del Jurásico, el macrocontinente (Pangea), ya fragmentado durante el Pérmico superior y el Triásico, continuará fracturándose y comenzarán a configurarse los continentes actuales. El clima seguirá siendo cálido, pero más húmedo.

    La Región de Murcia y gran parte del resto de Iberia, serán progresivamente cubiertas por las aguas marinas (figura 1), al adelgazarse la corteza como consecuencia de la aparición de grandes fracturas distensivas (fallas lístricas) o subsidencia térmica, en los periodos de calma tectónica. Todo ello condujo a la formación de extensas llanuras de mareas y plataformas marinas, poco profundas (figuras 2 y 3), donde proliferaron numerosas formas de vida, de las que en nuestra región cabe destacar, por la abundancia de sus restos fósiles, los ammonoideos y los belemnítidos, que nadaban sobre praderas de crinoideos (equinodermos de vida sésil).

    Junto a estos fósiles también aparecen restos de otros equinodermos (erizos), braquiópodos (terebrátulas, rinconelas, pygopes, etc.), moluscos (nautiloideos, bivalvos y gasterópodos), etc. También existirían peces y grandes reptiles marinos, como los plesiosaurios y los ictiosaurios, aunque en el momento que se redactó este texto no se habían encontrado fósiles de este tipo en la región.

    Progresivamente, durante el Lías medio la región pasó a estar bajo el dominio de un mar somero, aunque existían unas zonas más profundas (figura 4) y otras parcialmente emergidas (llanuras de mareas). Este ambiente litoral y marino propició la precipitación de grandes cantidades de carbonatos, que originaron una plataforma carbonatada somera, donde, en función de su batimetría y de la circulación de las aguas marinas, se generarían diversos tipos de calizas con restos de ammonites, belemnites, crinoides y algas.

    Las calizas más antiguas se dolomitizaron originando las dolomías y calizas dolomíticas del Lías inferior que afloran en gran parte de las sierras subbéticas murcianas (la Pila, Lugar, Corque, Oro, Burete, Gigante, Quípar, Gavilán, Mojantes, Moratalla, Villafuertes, etc.), e incluso en algunos relieves prebéticos (sierra de las Cabras). Esta dolomitización, entre otros procesos, fue consecuencia del ascenso de fluidos ricos en magnesio durante el Lías medio-superior, aprovechando la aparición de fracturas profundas, por las que también ascendieron magmas, que dieron lugar a rocas volcánicas en el Subbético medio.

    Durante Lías medio-superior se produjo la fracturación de la plataforma carbonatada cambiando la paleogeografía de la cuenca Bética. Se originó un margen continental (Sudibérico) que junto con el margen Alpujárride-Rondaide, formado en la etapa anterior en los dominios de las Zonas Internas, rompieron la continuidad cortical entre ambas zonas, separándose por un incipiente surco marino, donde se depositarán los sedimentos de los Flyschs durante el resto del Mesozoico y parte del Cenozoico, a la vez que se producían diversas emisiones volcánicas (figuras 5, 6 y 7).

    Así, en las Zonas Externas se producirá la diferenciación de los dominios Prebético (al noroeste con sedimentos continentales, litorales y de plataforma marina somera) y Subbético (con sedimentos pelágicos) En este último, se originaran cuencas más someras y otras más profundas. En las primeras se originaran calizas ricas en restos de crinoides, ammonites y belemnites, mientras que en las segundas sedimentarán calizas con sílex y calizas con oolitos y fragmentos de crinoides redepositados, procedentes de zonas más someras.

Las plataformas escalonadas del Dogger-Malm (Jurásico medio-superior)

    A partir del Jurásico medio la actuación de las fallas de base curva (lístricas) estructuraron progresivamente la cuenca sedimentaria en grandes bloques (figura 7). Algunos de ellos se hundieron originando profundas cuencas marinas (surcos), mientras que otros quedarían muy cerca de la superficie del mar (umbrales), aunque alejados del continente emergido (figura 8), e incluso, llegaron a formar islas que fueron karstificadas por las aguas de lluvia y meteorizadas bajo un clima cálido y húmedo, lo que desembocó en la formación de bauxitas.

    En los bloques que se situaron muy cerca de la superficie del mar (Subbético externo y Subbético interno) la sedimentación fue muy escasa dando lugar a margocalizas y calizas nodulosas rojas (Ammonítico Rosso) por la existencia de aguas cálidas y oxigenadas que favorecieron la presencia de una abundante fauna bentónica que removía constantemente los sedimentos favoreciendo la formación de estructuras nodulares y la formación de hematites, que dio el color rojo a las rocas. Todas ellas muy ricas en restos de ammonites y belemnites. Estas rocas en numerosas ocasiones están en series condensadas (estratos de poco espesor que representan grandes intervalos de tiempo, 1 o 2 mm cada 1000 años), sobre las que se desarrollaron fondos endurecidos y costras de óxidos de hierro y manganeso. Dichas calizas, cuando son canterables, se explotan como rocas ornamentales (rojos Cehegín, Caravaca y Quipar, gris Cehegín, etc.).

    Sobre los bloques hundidos (Subbético medio) sedimentaron margocalizas y margas, junto con sedimentos arrastrados desde zonas más someras por abanicos submarinos (turbiditas) La existencia de fracturas profundas, responsables del adelgazamiento de la corteza terrestre, propició la formación de volcanes submarinos (figura 8), que enriquecieron las aguas en sílice favoreciendo la proliferación de radiolarios (margas radiolaríticas de las sierras de Ricote y entorno del Gigante).

    Así, la paleogeografía de la cuenca Bética durante el Dogger (figura 9) y el Malm (figura 10), sobre la que se situaba la parte nororiental de la Región de Murcia, quedó claramente configurada en dos dominios diferentes. El Dominio Prebético con sedimentos continentales y litorales cercanos a la Meseta (Macizo Varisco o Hespérico), que en el Jurásico superior se transformaron en medios marinos más profundos. Al sureste, un Dominio Subbético claramente marino pelágico pero con una batimetría  variable, configurada en bloques elevados y hundidos.

    Es en estas épocas cuando se estructuró el Surco de los Flyschs Béticos y la separación entre Zonas Internas y  Externas se volvió más patente, perteneciendo cada una a una placa tectónica diferente.

El Jurásico de las Zonas Internas

    La situación geodinámica distensiva que afectó a las regiones occidentales del Tethis durante el Mesozoico, hizo que el dominio sedimentario de las Zonas Internas se transformara de un área de sedimentación continental a marina muy somera durante el Triásico, a una zona marina progresivamente más profunda a lo largo del Mesozoico. Sin embargo, ni la paleotectónica distensiva ni la compartimentación paleogeográfica fueron tan acentuadas como las que se observan durante el Mesozoico en las Zonas Externas (figura 11).

    Uno de los rasgos más significativos de la sedimentación mesozoica, e incluso terciaria a lo largo de todo el Dominio Maláguide es la extraordinaria uniformidad de sus medios sedimentarios y rocas, cuyas características se mantienen en regiones muy alejadas. El Maláguide en su conjunto se configuró como un área relativamente llana, muy reacia a la subsidencia, en la que alternaron las épocas con y sin sedimentación. La sedimentación fue dominantemente marina después del Triásico, casi siempre somera o moderadamente profunda, esencialmente carbonatada, y a menudo muy condensada. Dentro de ella se detectan esporádicas llegadas de terrígenos finos que ponen de manifiesto la pervivencia de áreas continentales emergidas cerca de este dominio paleogeográfico, aunque probablemente de topografía muy llana.  Las rocas generadas en estos ambientes se pueden observar en Cabo Cope, Lomo de Bas y sobre todo en Sierra Espuña donde en su serie de Prado Mayor destacan las dolomías,  las calizas oolíticas y oncolíticas con crinoides, las margocalizas y calizas con sílex y crinoides, las calizas nodulosas y los diversos niveles ferruginosos con alta concentración de fósiles como ammonites y belemnites.

    De las formaciones y rocas de los complejos Alpujárride y Nevado Filábride de la Región de Murcia no podemos tener ninguna información de su historia geológica más allá del Triásico, ya que no se han preservado formaciones más modernas. Por datos de otros contextos geológicos de la Cordillera Bética, se sabe que:

- Los dominios Alpujárride y Nevado Filábride se transformaron en una plataforma escalonada con sedimentación de calizas, ricas en restos de anmonites y belemnites, margocalizas e incluso de sedimentos detríticos submarinos, a la vez que se dieron algunas emisiones volcánicas.

- En el Lías medio-superior los dominios Alpujárride y Nevado-Filábride se tornaron más profundos y las emisiones volcánicas se intensificaron en algunas partes de estos dominios y se prolongaron durante el Dogger y Malm.

    Las Zonas Internas quedaron separadas de la Placa Ibérica por el denominado Surco de los Flyschs Béticos. También  de África al aparecer otro surco en el norte de esta placa. Se originó así una microplaca llamada placa de Alborán (figura 7) que posteriormente, ya en el Terciario chocaría con las Zonas Externas, formado nuestras montañas y toda la Cordillera Bética.

Figura 9: Reconstrucción paleoambiental de las Zonas Externas de la cuenca Bética durante el Jurásico superior, basada en García Hernández et al (1980).

Figura 9: Reconstrucción paleoambiental de las Zonas Externas de la cuenca Bética durante el Jurásico superior, basada en García Hernández et al (1980)
J.A. López Martín

Figura 10: Reconstrucción paleogeográfica durante el Malm (Jurásico superior) de las Zonas Externas de la Cordillera Bética, basada en Azema, J. et al. (1979)

Figura 10: Reconstrucción paleogeográfica durante el Malm (Jurásico superior) de las Zonas Externas de la Cordillera Bética, basada en Azema, J. et al. (1979)
Antonio del Ramo