Lo Poyo (Cartagena)
Flores de taray (Tamarix boveana)
José Antonio López Espinosa
Calblanque
Ramas invernales de taray (Tamarix canariensis)
José Antonio López Espinosa

   Arbusto alto, de hasta 5 m, con frecuencia de porte arborescente, aunque pocas veces con tronco definido de árbol. Tallos muy ramificados, lampiños, flexibles, por lo común de corteza pardusca, algo rojiza, sólo verdes en brotes jóvenes. Hojas enteras, triangulares o lanceoladas, sin peciolo, de hasta 4 mm, verde glaucas, anaranjadas al final del otoño, antes de caer, con papilas y glándulas excretoras de sal. Flores tetrámeras, de cuatro pétalos, blancos o rosados, de hasta 4 mm de longitud, en inflorescencia espiciforme provista de brácteas que destacan por su tamaño, particularmente concentradas en la base. has soldados en receptáculo hinchado, libres en su extremo, donde se presentan Fruto de tipo cápsula, ovoide, piramidal, de reducidas dimensiones, no mayor de 8 mm, que contiene numerosas semillas, diminutas, con pelos en uno de sus extremos.

Hábitat y distribución

   Crece en saladares y ramblas salobres, siendo compañero de vegetación halófila, presentándose por lo general aislado o en grupos de reducidos ejemplares, frecuentemente conviviendo con pies de otras especies del mismo género. Planta del Mediterráneo occidental, iberoafricana, propia de los territorios áridos del Norte de África, que alcanza Europa y la Península Ibérica por el sureste español y valle del río Ebro.   En la Región de Murcia se distribuye de forma puntual –en la ecología indicada– por la mitad sur y valles cálidos, en la franja costera desde Águilas hasta el Mar Menor, penetrando hacia el interior en Rambla Salada, Saladares del Guadalentín, etc. 

Observaciones

   Especie protegida, incluida en la categoría "Vulnerable" en el Catálogo Regional de Flora Silvestre Protegida de la Región de Murcia (Decreto 50/2003, BORM núm. 131), citada por primera vez para Europa en Lo Poyo, cerca de la pedanía cartagenera de Los Nietos, en 1906. Esta localidad ya se indica en 1915 como “una reducida formación en las orillas del mar Menor, donde pueden verse añosos ejemplares que atestiguan ser el resto de un antiguo y gran tarayal”. En la actualidad, donde tuvo que existir una importante formación arborescente de tarays, incluyendo a esta rara especie, sólo quedan algunos ejemplares dispersos y diseminados.

   Cuando hace un siglo se detecta este robusto y escaso taray en Cartagena llega a describirse como nueva especie para la flora española (y europea), con el nombre científico de Tamarix jimenezii, que el botánico Carlos Pau dedica a Francisco de Paula Jiménez Munuera, desconociendo entonces que era planta norteafricana y ya fue descrita como Tamarix boveana.

   El género Tamarix que da nombre a la familia (tamaricáceas), está constituido por un limitado número de especies distribuidas por la cuenca mediterránea y Asía oriental, que habitan marjales, lagunas, cauces, sus riberas y zonas inundadas de territorios áridos y semiáridos. Todos los arbustos llamados en España como taray, atarfe, tamariz, tamarit, tamaril, taraje, gatell, etc., tienen hojas que recuerdan a las del ciprés y aspecto ciertamente similar, resultando por tanto compleja la determinación, que no resulta sencilla entre algunos taxones. Así, para diferenciar las especies murcianas, hay que reparar en número de pétalos por flor, posición en las ramas de la inflorescencia y tamaño de las brácteas que acompañan, etc., y también en el carácter salobre/salino o no del lugar, que ayudará para descartar a los que no toleran importante carga de sales en el suelo.

   Para determinación rápida de visu, en campo, deberemos encontrarnos –necesariamente– al taray en floración. Si presenta flores con cuatro pétalos y brácteas sobresalientes y más grandes que éstos, muy probablemente hayamos localizado –en saladar o rambla salada– un ejemplar del raro Tamarix boveana. Con flores más pequeñas, diminutas, tanto que hay que acercarse bien para contar el número de pétalos, también con cuatro, tenemos a T. parviflora, cultivado en jardines y ocasionalmente (rara vez) naturalizado. Similar y muy común es el T. canariensis, que presenta cinco pétalos, en inflorescencia menores de 5 mm de diámetro, dispuestas sobre ramillas terminales, en tallos verdes y jóvenes, creciendo en cauces de aguas salobres o saladares. Frecuente y parecido en porte al anterior es T. africana, igualmente con cinco pétalos, inflorescencias mayores de 5 mm de diámetro, dispuestas sobre ramillas viejas, en cauces nada o apenas salobres. Otros dos tarays murcianos, T. gallica y T. dalmatica, deben diferenciarse observando partes concretas de la flor a la lupa.

   Los tarayales suelen ser grupos de ejemplares arbustivos con talla arborescente, en formaciones abiertas o densas, que siguen paralelos ambos lados de cauces habitualmente salinos o algo salobres, si bien, en determinadas colas de embalses, se concentran numerosos ejemplares que dan lugar a importantes extensiones: Alfonso XIII (Río Quipar), Puentes y Valdeinfierno (Río Guadalentín).

   Finalmente, como se ha indicado, los tarays no suelen desarrollar tronco destacado y grueso, sino, a lo sumo, varias ramas de considerable perímetro que levantan una copa arbustiva tupida, alta e irregular. Sin embargo, excepcionalmente, en la mayoría de los casos modelados por el hombre, pueden encontrarse, cerca de antiguas casas, en el Campo de Cartagena, tarays arbóreos. Sin duda, el más destacado es el monumental Taray de Lo Santero, en Torre-Pacheco, un Tamarix canariensis prácticamente único en España por las dimensiones de su gran tronco, que tiene 5,20 m de grosor.

José Antonio López Espinosa