Campo de San Juan (Moratalla)
Flor de la rosa silvestre (Rosa canina)
José Antonio López Espinosa
Puerto Alto (Moratalla)
Escaramujo o tapaculero (cinorrodón o falso fruto) de la rosa silvestre (Rosa canina)
José Antonio López Espinosa

   Arbusto espinoso y muy intrincado, de hasta 3 m de altura, con numerosos tallos, alargados, flexibles, curvados, que están armados de fuertes espinas, con base ensanchada, decurrente, y extremo ganchudo, distribuidas por toda la planta. Las ramificaciones secundarias portan  abundantes hojas, también espinescentes, en raquis e incluso nervios, con estípulas, imparapinnadas, de cinco foliolos oval-lanceolados, con margen finamente dentado, de color verde intenso, caducas en otoño, entonces rojizas y/o anaranjadas en los días previos a su caída. Flores de sépalos soldados en receptáculo hinchado, libres en su extremo, donde se presentan enteros o varias veces divididos, y pétalos escotados blancos, a veces tintados de rosa, de hasta 3 cm, sobre los que se disponen varias filas concéntricas estambres amarillos. Falsos frutos (escaramujos) de tipo cinorrodón, carnosos, rojizos, globosos, ovoides, a veces algo alargados, de intenso color rojo, que contienen en su interior numerosos aquenios (los auténticos frutos), rodeados y protegidos por multitud de pelillos sueltos, amarillentos o parduzcos, de 1-2 mm de longitud.

Hábitat y distribución

   Los rosales silvestres son plantas –mayoritariamente– características de orlas espinosas, ribazos húmedos de cultivo y márgenes de cauces de agua. En España están ampliamente distribuidos por todo el territorio peninsular y en la Región de Murcia son habituales por el interior, siendo más raros y escasos en la mitad sur, donde se cuentan ejemplares puntuales, por lo común aislados o en grupos reducidos, en el fondo de barrancos umbríos, etc.

Observaciones

   El género Rosa que da nombre a la familia (rosáceas), es particularmente complejo en su taxonomía y en él pueden reconocerse entre 20 y 35 taxones para la Península Ibérica, en ocasiones con diferencias complicadas de determinar porque –incluso– pueden ser variables en ejemplares que crecen cercanos de la misma especie, circunstancia por la cual están acentuados en este grupo de plantas los fenómenos de especiación alelopátrica, aquellos que ocurren por barreras orográficas o distancias entre territorios.

   Para diferenciar dos de las rosas silvestres más comunes por el interior de la Región de Murcia deberemos reparar en las glándulas de la base del pedúnculo floral. Su ausencia determina que posiblemente nos encontramos con esta especie, Rosa canina, y su presencia que nos hemos encontrado –muy probablemente– con Rosa pouzinii.

   Destaca de los escaramujos o tapaculeros, los falsos frutos (cinorrodón) de los rosales silvestres, entre sus muchas propiedades, que son muy ricos en vitaminas, y en concreto en vitamina C, como ocurre por igual en los de otras rosáceas, también en los del majuelo o espino albar (Crataegus monogyna). Por este motivo, estos frutos eran habituales en las despensas de los navíos capitaneados por los grandes navegantes, en cuyas largas travesías por mar constituía un grave problema de salud el escorbuto, enfermedad grave que sufrían los marineros, y que podía acarrearles incluso la muerte.

   De la rosa mosqueta (Rosa eglanteria), muy similar en aspecto general a la Rosa canina, se extrae –de sus semillas– un aceite rico en ácidos grasos poliinsaturados  que, entre otras virtudes, es un importante regenerador cicatrizante.

   El nombre del epíteto específico canina, parece que proviene de la similitud de las espinas con los dientes de perro, a los que haría referencia, de tal forma que en latín vendría a denominarse como la “rosa de perro”.

José Antonio López Espinosa