Cuando el Mar Menor era Belis

   Los musulmanes llamaron Belis o albufera al Mar Menor. Ellos fueron quienes crearon ese sistema de pesca que son las encañizadas, y que todavía hoy se las puede admirar en las golas de esta maravilla natural, que es el Mar Menor. Se desconoce el poblamiento en esta época islámica y su presencia en San Javier, pero de él se conservaron muros y aljibes en Los Alcázares, posible residencia de placer de los régulos murcianos.

  Extraña el hecho de que en un territorio como éste, intensamente dominado por los musulmanes, exista una gran escasez de topónimos de raíz arábiga. Las causas hay que buscarlas en los repartimientos efectuados por Alfonso X en la reconquista, que se llevaron a cabo a base de castellanos, aragoneses y catalanes, sin que quedaran propietarios musulmanes, aunque sí colonos. También influyó el hecho de que estas tierras sufrieran un fuerte abandono en épocas de inseguridad, sembrada primero por los colonos mudéjares y más tarde por la piratería berberisca y granadina. Cuando la tranquilidad volvió a los campos ribereños, los propietarios desconocían la vieja toponimia arábiga, empleando vocablos de clara procedencia romance.

   Conquista cristiana y repartición de Alfonso X

   Cuando Alfonso X conquistó el reino de Murcia en el siglo XIII, las orillas del Mar Menor tan solo estaban habitadas por algunos pastores y pescadores. Tras la conquista, todo el campo ribereño marmenorense pasó a depender del Concejo de Murcia, convirtiéndose en zona peligrosa por lo cercano de la frontera del reino musulmán de Granada, con el que continuaba la guerra. Por tanto, en tiempos de Alfonso X, la jurisdicción municipal de Murcia alcanzaba hasta las costas mediterráneas, integrándose en ella la albufera, con su campo ribereño, ocupado por los actuales términos de San Pedro del Pinatar, San Javier y Torre Pacheco.

  De este modo, La Ribera del Mar Menor quedaba en manos cristianas, aunque los mudéjares continuaban cultivando la tierra en arrendamiento. En 1266, Alfonso X ordenó que los vecinos de Murcia podían ser obligados a socorrer a los campesinos del litoral cuando se tuviera conocimiento de un desembarco morisco. Para pedir el socorro de sus vecinos murcianos, los asaltados enviaban señales de humo desde las torres vigía, que se sucedían hasta llegar a Murcia, siendo la torre de la Iglesia de Santa Catalina, la que finalmente advertía a la población.

   La repoblación de San Javier

   La repoblación cristiana del campo murciano se desarrolló entre los siglos XIII y XVI, de forma lenta y paulatina. Esta repoblación fue el resultado de los repartimientos de Alfonso X a los conquistadores de la ciudad. Los incentivos y exenciones de Alfonso X motivaron la llegada de nobles y caballeros de armas aragoneses y catalanes, que se asentaron en la comarca formando pequeños y dispersos núcleos de población, cuyos nombres y apellidos aún se conservan como topónimo de la localidad: Pacheco, Roldán o Pagán.

   Más tarde irán llegando otras familias que irán adquiriendo propiedades en los campos ribereños del Mar Menor, en los que se registran los topónimos de sus estirpes: Lo de Tacón, Saavedra, Roda, Galtero y Aledo. Con el nacimiento de los nuevos núcleos se irán construyendo ermitas, una de las cuales, en los albores del siglo XVIII, dará lugar al nacimiento del caserío de San Javier. En un territorio como éste, que había perdido en su mayor parte la antigua toponimia griega, romana y arábiga, la repoblación cristiana había de tener una decisiva importancia en su nomenclatura, tanto que, aparte de la muy reducida del relieve, vegetación y fauna y otra de matiz piadoso, predomina la de las estirpes en proporción abrumadora.