Encierros de Moratalla
Encierros de Moratalla

 



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         “En quinze de Junio de Mil Seiscientos y Veinte y Vn años sucedio el Milagro del Santo Christo del Rayo en esta Parrochial de Moratalla, y esta anotado en este Libro, al folio ciento y cinco, a la buelta de la foxa; y para que conste, se mando poner esta razón”

Este es, por tanto, el milagro que se conmemora en estas fiestas en honor del desde entonces Stmo. Cristo del Rayo. Aunque en esencia los festejos de los primeros tiempos consistían “en repiques de campanas y castillo la víspera; repique, música de chirimías, función, sermón, procesión y pólvora, el día del aniversario” (Marcial García, Ibid.); con el tiempo, la esencia de las fiestas la conformaron, y aún hoy sigue siendo así, los tradicionales encierros de reses bravas>>

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Declaradas de Interés Turístico Regional, en la actualidad las Fiestas se celebran entre el 11 y el 17 de julio, aunque el día 15 de junio permanece como festivo. Este cambio de fechas se llevó a cabo para evitar que las fiestas coincidieran con la campaña de recogida del albaricoque.

Hoy en día, las Fiestas del Stmo. Cristo del Rayo constituyen el punto de encuentro de todos aquellos moratalleros que viven fuera del municipio; así mismo, durante su celebración, se incrementa muy notablemente el número de visitantes y turistas atraídos por las mismas. Y ya no sólo por los encierros, sino por el ambiente festivo que promueven las distintas peñas festeras, por los conciertos y verbenas nocturnas, así como por otras manifestaciones como desfiles, actividades culturales, espectáculos varios, etc.

Popularmente, las fiestas en honor al Stmo. Cristo del Rayo son conocidas como las "fiestas de la vaca" y consisten en encierros de reses bravas, de gran vistosidad y participación del público, ya que las reses son trasladadas desde su lugar de origen -generalmente en comunidades limítrofes- por las veredas de las sierras y entran en la población recorriendo las vías principales acompañadas de los mozos y demás gentes que desean participar.

La característica principal de los encierros de Moratalla, y lo que los diferencia de los que se celebran en muchos otros lugares, es que las reses son conducidas “por verea”, es decir, campo a través siguiendo la red de cañadas y veredas, hasta el mismo municipio.

No obstante, hay también una gran cantidad de actos paralelos y complementarios a estos encierros, como puede observarse en el orden de festejos.

Además del popular festejo taurino, las fiestas de Moratalla cuentan con otros de carácter cultural y lúdico, como el Certamen Literario "Albaricoque de Oro", no olvidando los pasacalles musicales y otros actos dedicados especialmente al mundo infantil o a los mayores. El visitante, puede disfrutar también con el paseo por el casco antiguo de la Villa, la visita a la Iglesia Parroquial, al Castillo-Fortaleza, Ermita de Sta. Ana, paraje natural de La Puerta o al Santuario Casa de Cristo, pudiendo contemplar allí el Centro Regional de Interpretación de Arte Rupestre y una panorámica natural incomparable.

Origen

En esta localidad se percibe el interés centenario por correr los toros, de la misma manera que en Cieza o en Calasparra, a tenor de los datos históricos. Desde el siglo XVII se hacían encierros de toros en la Feria de San Miguel. De 1670 es el dato relativo a juegos de toros adscritos a la fiesta del Santo. Se trataba de correr los toros que eran traídos de Yeste y Segura de la Sierra. También se realizaba en la localidad el 'toro de fuego'. Éste consiste en la colocación de elementos pirotécnicos sobre un armazón metálico con forma de toro, del que saltan chispas de fuego. Los encierros seguían realizándose aún en septiembre de 1711.

La primera Plaza de Toros

Los hermanos Aldrete (José, Francisco y Joaquín) construyeron una plaza de madera en 1854 para ofrecer corridas de toros debido a la afición existente en el pueblo. A tal fin pidieron al moratallero Santos Aguilera, estudiante en Granada, que contratara una cuadrilla para dos corridas, una de muerte y otra solo de lidia.

Llegaron los diestros, con Manuel Hernández a la cabeza con cierta presunción de sus habilidades. La cuadrilla tomó sus precauciones a causa del gran tamaño de las reses de Flores de Peñascosa.

Dado el fracaso y las pérdidas, los hermanos Aldrete contrataron una nueva corrida para 1855, pero los toros, llegando ya a Moratalla, se volvieron a su lugar de origen y tuvo que ser suspendida. Hasta 1863 no volvió a realizarse una corrida de toros. En esta ocasión la ganadería era de Aniceto Garrido, de Siles. La plaza, tras años de abandono, acababa de ser reconstruida en 1875 por Juan Tamayo, que organizó dos corridas, con toros de Flores de Peñascosa para Manuel Carrión y Francisco Machio.

Mientras, se dictaron una serie de normas para reglamentar el comportamiento del público en las corridas: "Se prohíbe arrojar a la plaza naranjas, cáscaras, palas ni cosa alguna que pueda perjudicar a los lidiadores. En las corridas de vacas o novillos no se permitirá la salida a la Plaza de niños menores de doce años, ni ancianos".

En 1876 tuvo lugar una gran corrida, para la que se hizo incluso un cartel en la imprenta de 'El Noticiero'. Se trajeron toros de Julián Flores para el madrileño Pedro Campos 'Capón' y Juan Ruiz 'Lagartija'. Las entradas oscilaron de cuatro a sesenta reales. Las cuadrillas estaban formadas por picadores, banderilleros y puntilleros de Madrid, siendo de Murcia sólo el picador Pascual Ruiz.

La segunda y tercera Plaza de Toros

El abandono paulatino de la plaza por parte de Aldrete y posteriormente de Tamayo Conejero llevó a construir una nueva plaza de madera más modesta. En ella actuarían las toreras Rosa Salesas e Isabel Palao, con sus banderilleras, en octubre de 1898.

Desde 1891, Antonio de Bejar y Ciller fue haciéndose un importante lugar en la sociedad caravaqueña como presidente del Casino Republicano, director de la Compañía Infantil de Teatro e incluso organizando corridas en su coso taurino. A partir de 1898 lo vemos en Moratalla, realizando las conducciones de aguas desde el Collado hasta la localidad.

En enero de 1900, Antonio de Bejar decidió, junto a un grupo de aficionados, construir una pequeña Plaza de Toros, aprovechando las ruinas del extinguido Hospital y el convento de Santa Lucía. Para 'La Candelaria' tenía lugar una novillada, con tres reses traídas de Nerpio. Para dirigir el festejo se contrató al magnífico diestro jumillano Bartolomé Jiménez Murcia. Actuaron como espadas Diego Campos y Elías Martínez, con sus cuadrillas. Se aprovechó el evento para contratar a 'Murcia' para torear con el fin de recaudar fondos para construir un hospital.

En septiembre de 1902 volvían a Moratalla la cuadrilla de señoritas toreras. El lleno del coso fue total. La afición pudo contemplar a cinco promesas del toreo, con triunfo de Joseíta y María Pagés, quedando en entredicho Manolita y Luisa Comas. Por su parte, Angelita Pagés quedó herida al poner unas banderillas.


FUENTES

El Diario de Murcia, La Paz y El Liberal.
Cosío, JMª. "Los Toros". Ed. Espasa Calpe. Madrid, 1941
Marcial García. 2003. "Moratalla a través de los tiempos". Ed. Ayuntamiento de Moratalla. Tomo I..
J. Navarro Egea, 2006. "Moratalla: Historias extremas y cotidianas en el siglo XIX". Edita. Ayuntamiento de Moratalla.
Alfredo Rubio Heredia 1915. "Cosas de Moratalla". Imprenta Moderna.