Situado a unos diez kilómetros de Lorca, en la pedanía de Torrealvilla, se encuentra el lugar donde estuvo ubicado uno de los  caseríos más grandes y con más rendimiento, durante la posguerra, de toda la región de Murcia. 

Se trata de un conjunto de edificios entre los que, además de caserío y dependencias, existía también una ermita. En esa misma zona, sita en el Barranco del Madroño, en la antigüedad existió una villa romana y un acueducto que se estuvo utilizando hasta entrado el siglo XX.

La ermita data de principios del siglo XVIII, según la información de algunos documentos. Las características de la arquitectura nos demuestran esta vinculación cronológica. El momento de decadencia y abandono se va produciendo a partir de la década de los cincuenta, siendo en la década de los setenta el pleno abandono. Hoy día de esta ermita sólo podemos admirar algunos restos, con detalles ornamentales que nos dan una idea de la relevancia que tuvo la construcción.

La ermita ubicada frente al gran caserío, tenía la advocación de Santa Ana. Su planta es rectangular, de una sola nave y de pequeñas dimensiones, su cubierta debía ser a dos aguas y de teja árabe; presentando además una espadaña cuadrangular con teja que, lógicamente, ya no posee campana.

La construcción se realizó en ladrillo y mampostería con un encalado final al exterior. Todo el edificio esta elevado sobre un basamento. Una de sus puertas de acceso aún conserva un relieve que representaría a Santa Ana bajo un pequeño dosel. A los lados de esta imagen se abren dos vanos cuadrangulares que aún conservan sus rejas.

Aunque su estado de conservación es lamentable, en el interior aún quedan restos de una escalera de madera que daría acceso a un balcón superior o tribuna, también en madera. En este nivel se puede observar un blasón con la alegoría del Espíritu Santo.

En el resto de muros quedan algunos rastros de decoración, en escayola, de blasones o escudetes y rocallas. También destacan en uno de los vanos de entrada un arco flanqueado por pilastras y entablamento. Se conserva, asimismo, algo de pintura en varios colores, como azul, verde o almagra, que cubrían todo el interior de la ermita.

Por desgracia esta construcción está prácticamente perdida aunque sería deseable que los restos que la descubren como antigua ermita del XVIII pudieran recuperarse.