Free cookie consent management tool by TermsFeed Torre Vieja o Castillo de los Moros- Historia - Región de Murcia Digital
MUNICIPIOS

Fortuna

Torre Vieja o Castillo de los Moros

Historia

Sección de Tapiales [Torre Vieja o Castillo de los Moros]
Sección de Tapiales

Probablemente la poca relevancia del lugar de Fortuna durante época islámica ha de relacionarse con la escasez de noticias acerca del origen y la historia de la población durante estos años.

Con la incorporación del Reino de Murcia a la Corona de Castilla, durante la segunda mitad del siglo XIII, comienzan a aparecer algunos datos acerca del transcurrir medieval de Fortuna. Alfonso X el Sabio iba a donar el lugar al "último rey moro" de Murcia, Mohamed Aboadbil, vasallo del monarca castellano. El Dr. Matilla Seiquer relaciona la escasa influencia que el cabecilla musulmán podría tener en el resto del Reino desde unos espacios quizá caracterizados por los escasos recursos económicos, las dificultades de comunicación con el territorio y la poca densidad de población.

Tanto fue así que, en 1295, uno de los sucesores del "rey moro", Ibrahin Aboxac Ibenfuc, rey de los moros de la Arrexaca de Murçia, vendía Fortuna al noble Aparicio de Nompot. En el documento de venta, se nombraba explícitamente esta pequeña fortificación hoy conocida como Torre Vieja o Castillo de los Moros: "... Fortuna con todos sus heredamientos, regadío et aluar, et con la torre et casas que y son, et con todos sus términos, et con fuentes et con rios et pastos et con entradas et con salidas et con todas sus pertenençias et con todos sus derechos que yo he et deuo y auer por alguna manera o razón, que yo he por herençia del rey Abiaffar, que fue mi padre et de mis hermanos en el regno de Murçia, que parte termino con el castiello de Favaniella!."

La propia venta se puede relacionar con el proceso de brutal despoblación que sufrió el Reino de Murcia a partir de la segunda mitad del siglo XIII. A comienzos de la siguiente centuria, campos, alquerías, y pequeñas poblaciones rurales aparecían totalmente desiertas. La escasa población que hubo de quedarse se refugiaría en espacios urbanos de mayor entidad, tras sólidas murallas que asegurasen su cotidiana existencia.