Manuscrito [Fortuna_Francisco Sanchez]
Manuscrito

Poeta en la madurez

     Francisco Sánchez Bautista tardó en darse a conocer, ya que sus poemas rara vez trascendían más allá de su círculo de amistades. El reconocimiento le llegó a la edad de treinta y dos años, con la publicación de su libro Tierras de Sol y de Angustia.

     Lo publica en Barcelona en el año 1957 y vino a definir tempranamente el estilo que le acompañaría durante toda su obra. Por lo tanto puede considerarse, aunque sea su primera obra impresa, como la obra de su madurez.

Poeta de lo social

     Sus siguientes obras recogen el testimonio de un campesino dolorido por la dureza del medio. Sin ser panfletario, Voz y latido, su siguiente libro, publicado en 1959, lo incluye dentro de las filas de la Poesía Social. En él demuestra tener un preciso conocimiento sobre la vida rural y una gran solidaridad hacia su entorno.

     Elegía del Sureste, 1960, Cartas y testimonios, 1963, la Sed y el éxodo, 1975, ahondan en la sequedad y soledad de la tierra, metáfora de la vida dura y áspera de la posguerra.Considerado dentro de la generación de los niños de la guerra, su sensibilidad le empuja del lado de los maltrechos y los necesitados.

Pureza y clasicismo huertano

     El dominio del lenguaje por parte de Francisco Sánchez Bautista estriba en sus múltiples lecturas de los poetas clásicos.

     Totalmente autodidacta, el poeta de la huerta murciana recoge en sus versos la esencia del habla popular, sin caer en la afectación y sin hacer caricatura fonética.

     Sus sonetos, de impecable concepción, incluidos en la obra A modo de glosa, nos hablan con sinceridad de las verdades humanas, la muerte, el amor, el paso del tiempo, quedan contenidos en sus precisos versos.

     De su amplia y emocionante obra poética, destacan Cartas y Testimonios, Razón de lo Cotidiano, Encuentros con Anteo, Del tiempo y la Memoria y Alto Acompañamiento.

     Su última obra en prosa hasta el momento ha sido una recopilación de las tradiciones, usos y costumbres que vivió y pudo ver en la huerta murciana. A modo de despedida a una realidad que desaparece, dedicó sus relatos de Memoria de una Arcadia (la huerta de Murcia).