Figura 15 (Panel II)[Pinturas Rupestres del Abrigo del Pozo]
Figura 15 (Panel II)
Ídolo de cabeza ancoriforme y cuerpo radiado. La Serreta
Ídolo de cabeza ancoriforme y cuerpo radiado. La Serreta
Antonio Moreno Marín

Características del emplazamiento

El conjunto rupestre del Pozo comprende dos abrigos contiguos, que contienen todas las pictografías. El recinto queda limitado topográficamente por un alto escalón perpendicular al río y por un suave meandro que describe el Segura a su paso por el lugar.

La Sierra del Molino presenta una fuerte disimetría de las vertientes que caen casi perpendicularmente sobre la base del río Segura, donde se encuentra El Pozo. En esta vertiente del suelo rocoso y karstificado se ha formado una red de cavernas y abrigos de interés espeleo-arqueológico.

Uno de los factores fundamentales que explican la formación de los abrigos y, en general, del karst de la zona, lo constituyen los caracteres climatológicos. La Sierra del Molino, dentro de la Vega Alta del Segura, está definida por los rasgos típicos del clima del Sureste.

Una de las formas de morfología exokárstica que más interesa son los profundos cañones del Segura, que comienzan en la Sierra del Molino y continúan en Los Almadenes. El cañón ha hundido su cauce a mas de 150 m. en donde el nivel de base obliga a los talweg a tener activa una violenta erosión lineal en todo su recorrido. El paquete de calizas sobre el que actúa es cretácico, intensamente cuarteado y fisurado, con un intervalo medio de diaclasas de aproximadamente 5 m., material adecuado para el modelado de las formas: unas aparecen en superficie exterior y otras se dibujan en el interior de las cavernas.

La disposición de la caliza en estratos facilita la ruptura de los mismos, formándose en perfil escalonado. En estos tramos bajos, donde se han labrado profundos abrigos, como es nuestro caso, el lecho se ha rellenado de materiales arrastrados, donde se instala la vegetación arbustiva, que en El Pozo es particularmente intensa. Las especies vegetales actuales difieren notablemente de las primitivas a causa de las repoblaciones forestales que han modificado el manto vegetal.

Historia de la investigación

Estas pinturas han sido objeto de un tratamiento particular en la Ley del Patrimonio Histórico Español, que las declara Bien de Interés Cultural, máxima calificación para los monumentos españoles. 

Con el descubrimiento oficial de las pinturas, debido a D. Juan Abellán Hernández en 1978 (aunque eran conocidas por los pastores de la zona), se procede al estudio y posterior publicación del conjunto en la revista especializada Caesaraugusta núm. 61-62 de la Institución Fernando el Católico (CSIC) de Zaragoza con el título "Las pinturas rupestres esquemáticas del Abrigo del Pozo (Calasparra, Murcia)".

Posteriormente se han estudiando las pinturas y su entorno con un especial énfasis en las cuestiones de conservación. Se ha procedido últimamente a la documentación de las mismas mediante modernos sistemas que incluyen las tomas fotográficas en infrarrojos y ultravioleta con planos mediante la técnica fotogramétrica. Igualmente se ha estudiado la geología y geografía del emplazamiento.

Arte esquemátivo

El estudio en conjunto de las pinturas del Abrigo del Pozo hay que enmarcarlo dentro de las características generales y bien conocidas del arte esquemático de la Península Ibérica. De entrada, hay que partir del término esquemático pero utilizado por oposición al de naturalista o levantino. Dicho término nos introduce en una nueva forma de concebir el arte y las consecuencias que de ello se derivan para el conocimiento de la disposición mental, planteamiento intencional de los artistas y de la sociedad a la que cabe adscribir esta manifestación cultural.

La pintura esquemática responde a un nuevo criterio estético y conceptual, a una moda entroncada con el arte naturalista y cuyas conexiones, difíciles de precisar; empiezan a entreverse gracias a los estudios locales, en donde el grupo del Segura, que es donde se encuentran nuestras pinturas, aporta valiosas sugerencias.

Unos centenares de metros río abajo del Pozo, en el cañón de Los Almadenes (término de Cieza), se encuentra el grupo de arte esquemático de la Serreta- Enredadera. En el primero hemos distinguido varias decenas de figuras algunas con un cierto realismo que llega al detalle anatómico y a componer escenas de caza. El segundo tiene esquematizaciones de ramiformes, oculados y motivos humanos en phi. En ambos casos hay depósito arqueológico que abarca desde el Neolítico hasta época medieval. La razón de las numerosas pictografías esquemáticas habría que buscarla en un substrato de arte naturalista, vinculado con una temática faunística. De este último conocemos, además de Los Almadenes, las pinturas de Los Grajos que podrían indicar ese paso local del naturalismo al esquematismo para la zona del Segura.

El color utilizado es exclusivamente rojo en tonalidades mas o menos intensas, que dependen de la calidad del pigmento y del material utilizado, intensidad de la pincelada, disolvente o de la acción química-mecánica que ha sufrido la pintura una vez aplicada. En general, el tamaño de las pinturas se encuentra dentro de un término medio (en El Pozo tienen entre 10-15 cm.) si las comparamos con otras figuraciones de estaciones peninsulares, que varían desde 1 cm. a 80 cm. en altura. En Murcia el mayor grado de esquematismo lo tenemos en la Serreta de Cieza, en donde se llega hasta la versión circular de los motivos de brazos en asas. Otros se encuentran en los Cantos de la Visera (Yecla) y Los Grajos (Cieza). El área de dispersión peninsular se centra principalmente en Sierra Morena y Cádiz, y son escasos en el área levantina. 

En el arte esquemático, las figuras humanas suelen encontrarse aisladas sin posibilidad de relacionarlas con las más próximas del panel. Las representaciones de caza o bélicas están totalmente ausentes, lo que no deja de ser un rasgo diferenciador respecto a otras estaciones de arte naturalista, en las que estas actividades son las más representadas, aun cuando es de suponer en atención a la cronología, que no serían tan fundamentales para esta sociedad como la frecuencia de su representación haría suponer.

En relación a la composición, en el arte esquemático, el grupo de El Pozo es particularmente interesante ya que nos ofrece una muestra de actividad de tipo socio-económico.

El panel II, en la parte superior; muestra una pareja que va asociada a una cánidos y azadas, que lo interpretamos como una escena de actividad agropecuaria. La relación entre la figura humana y animales domésticos tiene otros ejemplos en Doña Clotilde (Albarracín, Teruel).

Es interesante advertir que las figuraciones de animales se refieren a especies de pequeño tamaño de difícil aprovechamiento alimentario, como sucede en nuestro caso con los cánidos que serían utilizados como animales de compañía. Breuil distingue en el arte esquemático perros y cánidos, y Cabré y E. Hernández Pacheco en el área gaditana, lobos y zorras.

Una de las cuestiones más difíciles de precisar es la datación de las pinturas. La imposibilidad, por ahora, de aplicar métodos de datación absoluta al pigmento, obliga a que la misma se realice con el método tradicional de las seriaciones cronológicas relativas y también por el depósito arqueológico que, en ocasiones, hay al pie del abrigo.

En el abrigo grande de El Pozo tenemos un potente depósito fluvial de arcillas que puede tener varios metros de espesor. Por ahora, se ha bajado menos de un metro, con el hallazgo casual de un fragmento de cerámica hecha a mano y de fondo plano que podría corresponder al momento en el que se pintó y que abre la posibilidad a una futura excavación en el lugar.

Muy recientemente advertimos para la Comarca del Noroeste cuando menos, una relación de proximidad entre estaciones de arte rupestre esquemático y poblados de la Edad del Bronce.

Entre ellas media una distancia no superior a 1 km. por lo que cabe pensar en su coetaneidad. En las últimas excavaciones del poblado de Los Molinicos (Moratalla) se ha descubierto una urna de enterramiento excepcional de época argárica con la particularidad de poseer una decoración a base de gruesos trazos lineales en rojo  Por nuestra parte, pensamos en ciertas semejanzas con la pintura esquemática. Para El Pozo el poblado asociado sería El Castillico.

La datación de las pinturas en la Edad del Bronce por medio del registro arqueológico coincide plenamente con las propuestas formuladas por destacados investigadores, entre los que destaca P Acosta, para la que el esquematismo tendría un origen hispano, frente a las propuestas orientalistas ya indicadas de otros investigadores como Ripoll, Kühn, Jordá y Beltrán.

Por último, hay que mencionar el aspecto de la conservación de este legado milenario por el que el Ayuntamiento de Calasparra ha mostrado especial interés. Se vienen realizando estudios puntuales de conservación de este conjunto promovidos por el Ministerio de Cultura. 

Un primer factor; en orden a la conservación, es la actuación de los agentes naturales tales como la lluvia, la temperatura y el grado de aridez. La pintura, una vez aplicada, pasa por un proceso de mineralización por el cual se pierde la materia orgánica y quedan las minerales. Posteriormente suele precipitarse sobre el pigmento una delgada capa de caliza que lo sella y protege. En nuestro caso se advierte este proceso con mayor o menor intensidad, aumentando con la proximidad de las figuras al suelo.

Los estudios geológicos llevados a cabo en El Pozo por J.L. Cuadrado en el marco del proyecto mencionado, indican que es el resultado de distintos procesos entre los que destaca la erosión diferencial por disgregación meteórica de la roca y la acción de las corrientes continuas de agua a su paso por bancadas rocosas fácilmente solubles. Se han podido advertir ciclos de humedad-sequedad y oscilaciones térmicas que han podido producir tensiones internas en la piedra, de las cuales se derivan daños físicos (macánicos), con la aparición de fisuras o fracturas de diversos tamaños. Igualmente y con mayor intensidad se observan las discontinuidades planares, en especial las que se orientan paralelamente a la superficie externa de la piedra, que han contribuido a la formación de pequeñas escamas que, con el tiempo, han acabado por desprenderse.