Hay costumbres prácticamente perdidas incluso de la memoria de las gentes. Un ejemplo de ello es la de “Los Inocentes” que constituía la razón de existencia de la Hermandad de Ánimas. Al parecer estos supuestos “inocentes” pedían limosna en la puerta de la iglesia, vestidos de forma peculiar y si no se les atendía, prodigaban golpes con las cuerdas del atavío.

     Algunas costumbres venían a resolver el problema de los tímidos para encontrar novio o novia. A esta tradición se le llamaba “echar las penas”. Tenía lugar en el día de Año Nuevo y apostados, desde algún balcón de la plaza del pueblo, consistía en proclamar las parejas de muchachos y muchachas resultantes de haber colocado sus nombres anotados en papelinas en un recipiente y, una vez mezclados al azar, gracias a una mano inocente, haberlos ido emparejando.

     En tiempos de carnaval, Albudeite se distinguía por un platillo peculiar, su “puchero de Carnaval” y el “Santo Manifiesto”, costumbre que consistía en preservar la inocencia de las jovencitas del demonio que supuestamente andaba suelto esos días por las calles, protegiéndolas desde la iglesia a base de rezos.

Tradiciones más características

     Pero, sin lugar a dudas, las tradiciones más características de Albudeite son la Enramada y la Quema del Judas. El origen de la primera parece remontarse al medievo cuando el señor de lugar, con la vara de mando, entraba y salía de las casas de la localidad y cortaba ramas como símbolo de su posesión. Un documento de 1510 describe cómo el 26 de octubre se reunía el concejo de Albudeite en el porche de la iglesia ante Luis de Guzmán, quien era recibido como el señor natural del lugar. A él se le entregaron las varas de justicia y, tras este acto, tomó posesión del castillo..., para acabar cortando ramas de los frutales del término, como último ritual de dominio y pertenencia.

     Todavía en vigor la enramada, durante la misma los mozos acostumbran a depositar ramas frente al porche de la iglesia en la noche del Sábado Santo, siguiendo en procesión al alcalde del ramo que, por cierto, ostenta en su mano la vara de alcalde, símbolo de su mando.