Dos espacios diferenciados

     El castillo de Alhama es un recinto amurallado, adaptado a la estribación rocosa donde se sitúa, que se encuentra claramente estructurado en dos recintos diferenciados. El conjunto está por completo dominado por la alta Torre del Homenaje, situada al norte del recinto.

     El primer espacio amurallado, a todas luces, una construcción con un sentido militar muy concreto, más fuerte y mejor defendido que el resto. Se sitúa en lo más alto del conjunto edilicio, en su parte septentrional, y tiene una extensión reducida en comparación con el recinto inferior (aproximadamente comprende unos 1.200 m2). Se dispone en un perímetro irregular, torreado, en el que destaca la torre que albergó la puerta de acceso, en forma de codo, a la que se llegaba tras sortear un paso elevado (se desconoce si era un puente levadizo). Esta complicación constructiva responde a que, en una fortificación, las puertas son los puntos débiles donde los expertos, alarifes y maestros de obras que construían los castillos desplegaban todo su ingenio y conocimientos. Situada entre los muros exteriores de este sector se encuentra la torre del homenaje --a cuyos pies se dispuso un algibe-- que con su gran altura y estratégica situación se convierte en el elemento más poderoso del castillo de Alhama. Este edificio fue levantado algo más tarde que el resto, y corresponde a un periodo constructivo, posterior a la incorporación del Reino de Murcia a la Corona de Castilla.

     El recinto inferior, que ha perdido importantes tramos, se dispone adosado al superior, pero no lo engloba totalmente, por lo que permite el acceso desde el exterior del castillo al recinto superior sin pasar por el más bajo, lo que repercute en el carácter dominador del primer espacio fortificado. El recinto inferior, según un estudio de Ramírez Aguila y Baños Serrano, estuvo ocupado en época medieval por población, pues existe constancia arqueológica de materiales y estructuras arquitectónicas que corresponderían a viviendas. A su interior se accedía por la parte oeste del monte donde se enclava, a través de una puerta dispuesta en “laberinto” o “doble codo”, bien custodiada por saeteras aún visibles, que con esa estructura intentaba defender un punto peligroso del recinto fortificado.

     En líneas generales, el sistema constructivo de todo el conjunto se realizó levantando un zócalo de mampostería ordinaria trabada con cal o yeso (algo común en muchos castillos de la Región de Murcia). Y, sobre éste, una muralla de tapial, bien de tierra o bien de calicanto. En un periodo posterior, algunos tramos fueron forrados con mampostería para reforzar los muros.