Edad Media tumultuosa

  La época histórica más pródiga en acontecimientos para Canara fue la Baja Edad Media, una vez reconquistada a las tropas musulmanas. Sin embargo, los datos sobre el señorío y posterior encomienda de Canara son escasos. Los hechos se suceden en un breve espacio de tiempo, porque si su aparición surge de forma súbita e inesperada, su ocaso y disolución posterior dentro de otra encomienda es también casi inmediato. En 1266, terminada la Reconquista del reino de Murcia fueron donadas Caravaca, Cehegín y Bullas a la Orden del Temple, en agradecimiento a su ayuda militar, conformándose un extenso dominio hasta 1282.

  Canara limitaba con Caravaca, Cehegín, Bullas y Calasparra, que desde 1289 era propiedad de la Orden de San Juan, y Moratalla, encomienda de la Orden de Santiago desde tiempo atrás. La totalidad de su perímetro quedó envuelto por posesiones de tres Órdenes Militares, lo que salvaguardaba su independencia por el apoyo que podía encontrar en caso de necesidad en alguna de ellas, frente a las apetencias más o menos encubiertas de las otras.

  Sucesivas ventas del señorío

  Hasta 1295, año de su muerte, había sido señor de Canara Pay Pérez. Su viuda otorgó poderes a Rodrigo Eanes para que vendiera el castillo y señorío de Canara a Nicolás Pérez de Val de Borraz y a su esposa marquesa Pérez por doce mil maravedíes burgaleses. En el documento de venta se hace constar que en la transacción entraba el Castillo con todos sus términos, tierras de regadío y secano, montes, viñas y arbolado; además de especificarse sus límites con los términos de Cehegín, Caravaca, Bullas, Calasparra y Moratalla.

  Cuando en 1304 acaba la intervención aragonesa y el reino de Murcia se reintegra a la Corona de Castilla, la situación de Canara sigue siendo poco conocida, pues no vuelve a mencionarse hasta que se produce su segunda y definitiva venta, siendo entonces adquirida por la Orden de Santiago. La posesión por las huestes santiaguistas desde 1310 de Caravaca, Cehegín y Bullas, así como el abandono de Calasparra, señalan ya la inmediata integración de la localidad en la órbita de la Orden. Esta transacción iba a tener lugar en el año 1335, una vez que Alfonso XI había impuesto su autoridad en Castilla, dentro de una etapa caracterizada por un mayor dinamismo económico y por los éxitos militares frente al reino nazarí de Granada.

  La compra del Castillo y término de Canara mediante pago cifrado en cinco mil maravedíes, cantidad que dista en mucho de los doce mil en que había sido vendido cuarenta años atrás, parece indicar la depreciación sufrida por el abandono de tierras y el descenso de la población trabajadora. Dando prueba, además, del interés de la Orden de Santiago por extender sus posesiones por toda la zona occidental del Reino de Murcia.

  Años de independencia

  La extinción de la Orden del Temple permitió a las huestes santiaguistas la ocupación de Caravaca, Cehegín y Bullas, lo que sucedió casi de inmediato; conquista que se convierten en propiedad por concesión de Alfonso XI, quien por su privilegio rodado de 1344 otorgaba estas villas a la Orden y a su maestre, el infante don Fadrique. La adquisición del señorío de Canara no iba a suponer su inmediata integración en alguna de las encomiendas santiaguistas vecinas, sino que durante más de quince años mantuvo su independencia territorial, al ser reconocida su peculiar entidad geográfica y designarse al caballero Arias Pérez como su primer comendador.

  Más adelante, y en circunstancias tan graves como fueron las consecuencias de la Peste Negra y la continuidad de la amenaza de la presencia en sus tierras de los musulmanes granadinos, el contexto exige la reagrupación de los territorios santiaguistas y Canara pasa a depender de Cehegín. Canara perdió su independencia y estatus de encomienda, pero la persistencia de guarnición y alcayde en su castillo, junto a la feracidad de su vega, seguirán particularizándola de forma concreta dentro del término ceheginero.

  En esta época, las dificultades fueron generales para toda Castilla, siendo aún más graves para el reino murciano, ya que aún no estaba repuesto de las consecuencias producidas por la prolongada ocupación aragonesa y carecía de la densidad de población necesaria para garantizar la mínima producción. La defensa de la frontera murciana sufría con la continuidad de años catastróficos, persistía la guerra civil mantenida por don Juan Manuel, y por su situación geográfica la pedanía quedaba expuesta a los avatares de la vecindad aragonesa y especialmente de la granadina, con una amplia frontera de más de ciento cincuenta kilómetros abierta a toda clase de penetraciones, sobre todo por el sector santiaguista de los campos de Caravaca, Moratalla, Cehegín, Canara y Aledo.

  Incorporación definitiva a Cehegín

  Hacia 1348 pudo tener lugar el legendario hecho de que un Rey Alfonso ordenó que los vecinos de Canara se trasladaran a vivir a Cehegín con sus casas y familias, con objeto de que, unidos y concentrados todos los pobladores, pudieran hacer mejor frente a la belicosidad granadina, pero Martín Fernández de Egea, con su familia, continuó en Canara como alcayde de su fortaleza. Todo induce a pensar que si la población de Canara fue trasladada a Cehegín, y que si esta villa y Caravaca también quedaron muy despobladas, manteniéndose esta situación hasta 1352, no cabe hablar de continuidad y desarrollo de un núcleo en Canara en los años siguientes, sino que su incorporación a Cehegín fue efectiva y definitiva, cesando su individualidad como encomienda. A partir de este momento, la Historia de Canara quedará íntimamente ligada a la del municipio.