Iglesia del Sagrado Corazón de La Hoya (Lorca) [Pedanías_Lorca_La Hoya]
Iglesia del Sagrado Corazón de La Hoya (Lorca)

    Al adentrarse en el origen histórico de cualquiera de las diputaciones lorquinas hay que indagar inevitablemente en el pasado de la ciudad, puesto que su historia ha ido de la mano a lo largo de todos los tiempos. El territorio que conforma la actual Diputación de La Hoya ha estado condicionado por la zona geográfica en que se asienta: el Valle del Guadalentín, cuyas características y aportes han influido a lo largo de los siglos en los asentamientos de esta zona.

    Desde la Prehistoria estas tierras se han mostrado propicias para el establecimiento de pobladores, debido a la abundancia de recursos naturales favorables para el desarrollo de la vida. Las propias condiciones de la vega han obstaculizado una investigación más exhaustiva de este territorio, pues las continuas inundaciones y las prolongadas deposiciones de sedimentos ocultan las huellas de los sucesivos pobladores, que fueron estableciéndose en estos alrededores.

La cultura argárica

    La cultura argárica ha dejado muestras de su paso por las tierras lorquinas diseminadas en distintos puntos del valle, donde continuaron las formas de vida sustentadas en las actividades ganaderas y agrícolas. Estos pobladores fueron estableciéndose tanto en zonas de llanura como en elevaciones naturales, encontrándose en la Cañada de Mena uno de estos asentamientos en cerro, en el que puede observarse uno de los poblados dispuestos en altura.

    Con esta elección del territorio la civilización argárica trataría de disponer de un perímetro fortificado, aprovechando al mismo tiempo las defensas naturales. Si por algo se diferenciaron los pueblos de El Argar entre el VI y III milenio a.C. fue por la introducción de la metalurgia del cobre, destacando el yacimiento argárico de la Sierra de la Tercia en el territorio de La Hoya. Los yacimientos de las sierras de la Tercia y de Enmedio son los puntos más importantes de la zona con presencia de carbonatos de cobre, testimonios de la importancia de la metalurgia en estos parajes. Considerable es también la relevancia de complejos funerarios de cronología eneolítica hallados en la Sierra de la Tercia. Sobresalen entre estos hallazgos los encontrados en la Cueva Sagrada, principalmente por la excepcional conservación de sus materiales orgánicos.

Los íberos

    Más tarde fueron los pobladores íberos los que hicieron su aparición. A pesar de que los testimonios de este pueblo son muy escasos, en la finca de La Hoya de la Escarihuela fueron registrados algunos relieves en los que se encontraron representaciones del potnios hippon fechados en el siglo III a.C., lo que para el mundo ibero simbolizaba la divinidad protectora de los caballos. Este dato evidencia la presencia de algún núcleo de población íbera en el territorio, lo que se vería justificado por su posición en medio del camino que conecta el Valle del Guadalentín con el del Almanzora y Villaricos, lugar donde aparecerán relieves semejantes a los aquí encontrados.

La presencia romana

    Tampoco esta zona pasó desapercibida para los romanos quienes, tras la finalización de la Segunda Guerra Púnica (206 a.C.), fueron asentándose en estas tierras, transformando progresivamente el paisaje de los núcleos de asentamiento y los modos de vida de las gentes, al tiempo que se producía el proceso de aculturación, que ha sido denominado como romanización.

    Más tarde, toda la comarca experimentará otra readaptación, esta vez al mundo árabe, ya que tras el Pacto de Tudmir en el año 713 se inaugura el período musulmán. Desde ese momento la antigua Eliocroca y sus territorios se fueron poblando de árabes y bereberes. Las tierras cercanas a la ciudad y pertenecientes a la vega fueron de nuevo muy atrayentes para estos nuevos pobladores, que dejarán importantes improntas culturales y legados materiales como el desarrollo de sistemas de presas, canalizaciones, norias, sistemas de regadío, etc...

Primeros núcleos poblacionales

    En el año 1244 se produce la incorporación de Lorca a la Corona de Castilla. Años después, en 1272, la ciudad ya cuenta con un Concejo propio, procediéndose en ese tiempo a tres repartimientos de tierras que atrajeron hasta la comarca lorquina a nuevos pobladores, comenzando la delimitación de aquellos lugares que más tarde podrían ser habitables y productivos agrícolamente. Aunque posiblemente La Hoya, como sucedería con el resto de los parajes lorquinos, derive de una procedencia árabe, lo cierto es que no fue hasta mediados del siglo XIII cuando por primera vez aparece su nombre escrito en un documento.

    La proximidad de la zona con la capital municipal propició un crecimiento poblacional algo más dinámico que en otras de las zonas de la comarca, ya que debido a los peligros limítrofes que durante siglos acecharon el territorio, éste no fue poblado de manera regular hasta el siglo XVIII.

Afianzamiento del pueblo entorno a su ermita

    En la centuria del setecientos se levantan numerosas ermitas rurales por todo el territorio lorquino, que consolidan los núcleos que habían ido surgiendo por distintos lugares de esta extensa zona. De este modo en La Hoya se crea la Ermita de la Salud, construida en 1771. Sería en la centuria siguiente, a finales del siglo XIX, cuando en honor a la Virgen de la Salud los vecinos de La Hoya comiencen a celebrar una popular romería que se dirigiría desde la Iglesia Parroquial hasta su santuario en la Sierra de la Tercia, siguiendo una tradición que se ha perpetuado hasta la actualidad. Poco a poco, La Hoya, que vivía de los productos de su tierra, fue creándose alrededor de estos espacios parroquiales, logrando hacerse hueco en el inmenso espacio municipal de Lorca hasta convertirse en una de las poblaciones más significativas de este término.