Leiva, al igual que otros poblados de Mazarrón, conocería un destacado auge demográfico y económico a partir de mediados del siglo XIX. El despegue de de la minería entre los años 1840 y 1913 supondría un cambio muy destacado a lo que hasta entonces eran caseríos con una población muy dispersa, situación que aún hoy día puede observarse en la pedanía. No hay que olvidar el hecho significativo de que la Primera Guerra Mundial, en la que España no participó, fue una oportunidad para su industria minera en cuanto al incremento de las exportaciones metalíferas al resto de una Europa, cuya industria armamentística necesitaba de las materias primas.

  El relieve del Coto Fortuna vivió en los últimos años del siglo XIX un plan de extracción promocionado y financiado por la Sociedad Fortuna, con sede en Bilbao, con la nada despreciable inversión de cinco millones de pesetas. Fueron varias las minas que se abrieron a lo largo de este territorio, la más grande y conocida la de San Juan, hecho que proporcionó trabajo a los lugareños que vieron cómo en sus caseríos y pequeñas aldeas aumentaba considerablemente la población que se instalaba para trabajar en las minas. Todavía pueden visitarse algunas de las casas cueva que se reparten por estos parajes, viviendas muy sencillas, usuales en esta y otras épocas cuando algunas zonas recibían la visita de temporeros.

  Además de la minería los parajes de Leiva se dedicaban a grandes cultivos de trigo y cebada, y buena prueba de ello son algunos de los molinos que hoy día se pueden divisar en el margen de sus carreteras, como el Molino de Leiva y el Molino del Rojo Fuentes. Cuando la minería dejara de ser un aporte destacado en la economía de los vecinos surgieron los cultivos de frutales, si bien el agua de estos campos se extraía de pozos cuya salinidad no permitía que los cultivos fueran muy rentables.

  Leiva disfrutó de un pequeño templo, una ermita ubicada en el Paraje de las Quintanas, pero fue destruida en 1883 tras una riada. Se buscó otra ubicación para la nueva ermita, el paraje de Los Vidales y la motivación del desarrollo demográfico de la zona impulsó el hecho de construir junto a la ermita unos salones, que sirvieran como escuelas y zonas de reunión para la población.

  Tras el cierre de las minas, la última que se cerró en Mazarrón lo hizo en 1967, la zona del campo se vio obligada a incrementar sus recursos agrícolas. En los años ochenta los recursos hídricos que llegaron a la zona, junto a la especialización de los cultivos de invernadero en técnicas de riego por goteo, permitieron que, además de los frutales como el granado y la almendra, se incorporaran otros como el tomate, el melón y la sandía.

  Actualmente Leiva es una pedanía cuyo núcleo poblacional es muy pequeño, ya que sus más de trescientos habitantes se distribuyen en las fincas de la zona, dedicadas a la agricultura. Consta de colegio público y un centro social con numerosas actividades, emplazado junto a la ermita.