Las últimas excavaciones del profesor Walker en la Cueva Negra evidencian también la presencia de especies animales extintas

Abrigo neandertal de Cueva Negra (Caravaca) [Cueva Negra-Caravaca]

La última campaña de excavaciones desarrollada en el yacimiento de la Cueva Negra, sita en la pedanía caravaqueña de La Encarnación, ha reafirmado la presencia de huellas de fuego en una capa muy profunda, dentro de los cinco metros de acumulación de sedimentos del Pleistoceno Antiguo. "Esta evidencia de la presencia del fuego es la más antigua encontrada en yacimientos paleolíticos europeos", según afirmó el director general de Bienes Culturales, Francisco Giménez, durante el balance de la campaña, en el que estuvo acompañado por el alcalde de Caravaca, Domingo Aranda, y el profesor y director de la excavación Michel Walker.

La campaña de excavación se ha llevado a cabo este mes de julio, dirigida por el profesor Walker, con el respaldo de la Dirección General de Bienes Culturales. En ella se han localizado igualmente valiosos restos paleolíticos, como un hacha de mano achelense de talla bifacial y varias lascas de sílex con filo tallado. También se han recuperado numerosos restos de los animales que fueron la base de subsistencia de los cazadores y recolectores que habitaban la cueva, desde mamíferos grandes, como rinocerontes, hasta otros de menor tamaño, como macacos, ratas de agua, aves y tortugas.

"Algunos elementos encontrados ofrecen marcas de cortes efectuados por humanos y señales de fuego, que son indicios claros de la explotación de la biodiversidad pretérita por el hombre. A su vez, el hallazgo de diversas especies de animales ya extintas resalta la gran antigüedad del yacimiento", manifestó Walker.

Los diversos trabajos de investigación efectuados por científicos de renombre internacional en la cueva durante los últimos 20 años confirman que el yacimiento de la Cueva Negra tiene entre 900.000 y 800.000 años de antigüedad. Se han hallado restos paleolíticos, abundantes fósiles de animales y dientes humanos del 'Homo heidelbergensis', que habitaba Europa en el Pleistoceno. Todos los niveles excavados en el sedimento, que alcanza cinco metros de profundidad, ofrecen evidencia de la presencia o actividad humana de forma continua, sin interrupción.