Las cuevas han sido los primeros lugares habitacionales conocidos por el hombre, han existido desde siempre en la Región de Murcia y en diversas partes de España y el mundo, se trata sin lugar a dudas del primer alojamiento del ser humano y las diversas culturas que han habitado la región murciana han utilizado esta forma de hábitat humano por la sencillez que ofrece un lugar de residencia que no necesita ser construido.

Tanto la construcción, como el interior, las necesidades arquitectónicas y sus dimensiones no tienen la envergadura de una gran obra, aunque sí es necesario un componente humano muy importante, a la hora tanto de elegir el sitio adecuado y sobre todo para contar con la suficiente mano de obra, especialmente a la hora de sacar la tierra, donde era esencial que hubiera cuantas más manos mejor para poder realizar las labores de extracción.

Se solían situar en las faldas de elevaciones de alturas menores a ser posible en zonas donde no se dieran corrimientos de tierra, y las estructuras que se querían conseguir fueran perdurables.

Al igual que para la realización de las casas que jalonan el paisaje murciano se ha necesitado siempre de la existencia de albañiles cualificados, para la realización de las cuevas había también gente especializada, los llamados cueveros. Se trataba de "los albañiles de las cuevas" que bien por necesidad o arraigo familiar se dedicaban a este oficio, era gente con experiencia que sabía donde y como se debía realizar este tipo de construcciones.

Acostumbraban a viajar en parejas, normalmente había un hombre de edad que por su experiencia y conocimientos solía actuar de maestro e iba acompañado de algún joven que actuaba a modo de aprendiz.

Después de la extracción de la tierra, mediante la utilización de instrumentos manuales, con la participación de toda la familia y muchas veces de los vecinos del pueblo, la cueva estaba prácticamente terminada.

Los últimos arreglos estaban directamente relacionados con la capacidad económica de los moradores de la cueva. Normalmente se encalaban para eliminar los pequeños insectos que habitarían en paredes y techo, y sanear el ambiente. Luego arreglaban techos y suelos para que quedara habitable.

A una casa cueva se accede a través de un hueco abierto en el terreno donde se coloca la puerta de entrada. Al entrar aparece un túnel o corredor abovedado y de longitud variable, a cuyos flancos se abren las habitaciones. El corredor acaba en un arco, tras el que se excava otro corredor perpendicular al anterior, que da lugar a dos estancias a derecha e izquierda. La estancia que resulta suele albergar la cocina y el horno y desde allí la chimenea.