Edad Media y Moderna

- Edad Media

Las historias románticas del siglo XIX nos dibujaron una imagen de los señores feudales muy alejada de la realidad histórica que conocemos hoy. Los presentaban como caballeros defensores de la justicia, del bien, amigos de sus vasallos, de la ley y el orden. Los textos que contaban sus hazañas eran auténticos relatos cargados de lirismo y alabanzas a los sacrificios que realizaban en sus posesiones.

Muy al contrario, el sistema feudal se apoyaba claramente sobre tres pilares fundamentales: una monarquía débil, una cesión de impuestos reales y la facultad de administrar justicia.

Los reyes castellanos, a partir del siglo XIII, tuvieron que ceder parte de su poder a unos nobles que eran dueños absolutos de sus estados. Debemos ver, pues, a los señores feudales como pequeños reyezuelos absolutos que controlaban un territorio, del que procuraban obtener las mayores rentas a través del cobro de impuestos.

- Los cambios en la Edad Moderna: la sumisión a la Corona

Los Reyes Católicos pusieron las bases del estado moderno: una sola fe (realmente el único punto de unión entre sus reinos), un solo ejército, un único territorio. Para ello, entre otras circunstancias, procuraron el sometimiento de la nobleza al poder de la Corona. La conquista del Reino de Granada fue una empresa formidable para conseguirlo.

Los monarcas otorgaron mercedes señoriales, beneficios extraordinarios, a quienes les apoyaron. Podemos ver cómo los nobles de viejo cuño ampliaron sus Estados. Pero también cómo surgía una nueva nobleza que había colaborado en las hazañas bélicas de la conquista y que vio recompensado su esfuerzo económico con la concesión de títulos nobiliarios.

El siglo de las luces.

A lo largo del siglo XVI, y especialmente durante el gobierno de los dos primeros marqueses, Pedro y Luis Fajardo, el señor está de forma casi permanente en sus posesiones.

En cambio, desde finales del siglo, los marqueses se convierten en personajes lejanos, preocupados más por los asuntos de la Corte, de la política italiana o europea que por sus estados. Éstos le servían únicamente como una fuente de ingresos permanente y segura. Su excelencia había pasado, pues, de un señor presente a un señor ausente de sus estados, distante.

Pero, a mediados del siglo XVIII, el X marqués supone un cambio notable en los planteamientos del señor en relación a la administración de sus territorios: los controla, los reorganiza, se preocupa de su fomento. Será un último estertor del linaje, puesto que en su primogénito se producirá la absorción por la casa de Medina-Sidonia

Disolución de los señoríos.

Desde la guerra de la Independencia (1808-1814) hasta el final del período progresista (1843) una serie de disposiciones legislativas fueron liquidando todos los privilegios del régimen señorial.

Legislando desde el poder, con el apoyo de los sectores liberales, aunque con etapas de avances (guerra de la Independencia, Trienio Liberal, gobiernos progresistas) y retrocesos (régimen absolutista de Fernando VII, década ominosa), se termina con los privilegios de los señores jurisdiccionales que les permitía cobrar una parte de los impuestos (la renta feudal, fuente principal de sus ingresos), y eliminar la vinculación de las propiedades a los títulos, pudiendo, por tanto, venderlas de forma libre en un mercado ávido de tierras.

La revolución liberal convirtió a la casa marquesal en una familia con un título de nobleza, que tuvo serias dificultades para incorporarse a las formas de vida burguesas de mediados del XIX, y que fue desprendiéndose de sus propiedades rústicas y urbanas como una forma de sobrevivir y mantener sus formas de vida.