Marqués de la Ensenada
Marqués de la Ensenada

     Durante su episcopado, Luis Belluga debió tratar con las numerosas instituciones y grupos sociales del espectro murciano, a cual más particular. Este apartado trata de acercar al lector una breve síntesis sobre cuáles eran las instituciones y grupos sociales más representativos e importantes.

Campesinado

     En el reino de Murcia de la época del obispo Belluga, el campesinado representaba más de dos terceras partes del total de la población, descansando plenamente la base de la economía en este grupo. Tal es su importancia que su producción supone para los historiadores una excelente medida en que se valora el estado general del País. Esto es así cuando se ha comprobado de qué forma aumentaron los diezmos agrícolas a partir de 1680 lo que hace suponer que amplios sectores del País comenzaban a salir de la crisis del siglo.

     Durante la transición de los siglo XVII al XVIII por regla general este estamento social carecía de la propiedad real de la tierra, es decir, la tierra estaba en manos de grandes terratenientes que tenían sus tierras arrendadas mediante el cobro de unos censos enfitéuticos. De ese modo la mayor parte de la riqueza de la tierra pasaba a manos de la nobleza, ordenes militares, jerarquía eclesiástica o las corporaciones concejiles que  eran esos propietarios. Por este modo, el obispo Belluga promovió el asentamiento de campesinos en las fundaciones de la vega baja del Segura, asegurando, de este modo, una fuente de ingresos para el mantenimiento de otras obras pías.

Concejo

     Institución de gobierno municipal. Estaba constituido por un ámbito urbano 'una ciudad, una villa', de mayor o menor extensión que comprendía un alfoz, esto es un espacio rural. A partir de finales del siglo XVII, debido al incremento demográfico, en el caso del reino de Murcia comenzaron a proliferar aldeas y caseríos dependientes de los concejos. Esta dependencia suponía que el concejo tenía poderes señoriales ya que estos pobladores debían satisfacer rentas e impuestos.

     Desde el final de la Edad Media, el concejo se había cerrado a los vecinos y únicamente podía acceder a él miembros de la aristocracia local, convirtiendose en un poder oligárquico de enorme fuerza. Estaba constituido por regidores cuyo consejo estaba presidido por el corregidor 'una institución creada por los Reyes Católicos para un mayor control de las ciudades'; había escribanos, jurados, mayordomos, etc.

     Durante la Guerra de Sucesión, el concejo de Murcia apostó desde el principio por el rey Felipe V lo que le valió, como reconocimiento a su fidelidad, la séptima corona en su escudo junto con un león con una lis en el interior de un corazón con la leyenda 'Priscas novissime exaltat et amor'. Otro tanto ocurrió con la villa de Yecla, que recibió el título de 'Muy Noble y Muy Leal'.

Inquisición

     Institución vinculada con la historia de España desde la Edad Media. Aunque la Inquisición tuvo efectos más devastadores en otros países fue la Leyenda Negra esparcida por los enemigos de la Nación la que creó en la cultura popular europea su triste celebridad.

     Instituida en Castilla desde tiempos de Enrique IV (1463) '¡doscientos años después que en Italia o en Francia!' la institución tuvo como misión combatir cualquier conato de herejía o desviación de la doctrina cristiana establecida por Roma. Dado que la Corona de España se había erigido en defensora de la fe y la identificaba plenamente con el régimen, con el paso del tiempo fue empleada para el control de disidencias y sospechosos. En contra de lo que se cree, la Inquisición, aunque contó con miembros de la jerarquía eclesiástica, estuvo constituida fundamentalmente por burócratas 'baja nobleza y, sobre todo, bachilleres y licenciados' y su brazo armado dependía exclusivamente del poder político.

     Fue muy activa durante los reinados de los Reyes Católicos, Carlos I, Felipe II y Felipe III, dado el componente judío y morisco de la población. Con la llegada de los Borbones, dado que su posición en la Guerra de Sucesión fue muy tibia, continuó ejerciendo su función aunque cada vez más fagocitada por el Estado (persecución de disidentes) sufriendo cada vez más desencuentros tanto con la jerarquía eclesiástica como con los poderes políticos.

Ministros-validos

     Desde la Edad Media, algunos reyes –Juan II, Enrique IV– habían empleado la figura de un ministro para delegar en él ciertas atribuciones, sobre los que descargar el peso del gobierno. Durante la dinastía de los Austrias ocurrió algo similar cuando Felipe III delegó en el duque de Lerma o Felipe IV en el conde-duque de Olivares. Carlos II por su parte delegó en cuatro validos conocidos: el jesuita alemán Nithard, Fernando de Valenzuela, Juan José de Austria y el eficaz conde de Oropesa. Felipe V, por su parte continuó esta política y promovió al príncipe de Orry, al cardenal Alberoni, José de Grimaldo, José de Patiño y Zenón de Soldevilla, más conocido como marqués de La Ensenada.

Nobleza

     Entonces en el vértice de la pirámide social junto al rey, la alta y baja nobleza ocuparon hasta el reinado de Carlos II todos los puestos administrativos del Estado. Durante la Guerra de Sucesión, la nobleza castellana apoyó en masa la causa borbónica 'salvo los linajes de Medinaceli, Lemos, Haro y Béjar' mientras que en los territorios de la antigua Corona de Aragón hubo división. Paradójicamente, tras la guerra los monarcas borbónicos se apoyaron en la baja nobleza 'e incluso el tercer estamento' para ejecutar sus planes reformistas situándolos en secretarías de Estado.

     En Murcia, antes de la guerra los marqueses de Villena y de Vélez ya andaban muy distanciados del reino por lo que el protagonismo social lo coparon tres nuevos marquesados: Corvera, Espinardo y Torre Pacheco (desde 1690). Tras la guerra, surgieron nuevos títulos: condes de Montealegre (1706), marqueses de Beniel (1709) y marqueses de Albudeite (1710). Hubo un marquesado promovido por el archiduque Carlos: el de Huércal-Overa.

Obispo

     Autoridad religiosa de una diócesis nombrada por el Sumo Pontífice. En España hasta el último concordato el Jefe de Estado tenía la prerrogativa 'denominado patronato' de proponer al Vaticano un número limitado de obispos para ocupar sus sedes. Para ocupar este puesto desde siempre la iglesia ha requerido a sacerdotes experimentados con la gestión de la administración. Luis Belluga no fue una excepción: antes de alcanzar la dignidad episcopal había sido miembro de los cabildos de las catedrales de Zamora y Córdoba.

     El obispo, como máxima autoridad eclesiástica de la diócesis, ejercía, en rigor, un señorío sobre los bienes materiales de la Iglesia. Gracias a la hábil administración de Luis Belluga y sus sucesores, pudo la diócesis de Cartagena-Murcia emprender una prolongada política arquitectónica mediante la rehabilitación o reconstrucción de  numerosas iglesias durante el siglo XVIII, incluida la fachada principal de la Catedral y el nuevo palacio episcopal (este último desde 1743).

Rey

     Máximo poder del Estado en un tiempo en que la soberanía residía en él y no en el pueblo. El rey se hallaba en lo más alto de la sociedad estamentaria y tenía la obligación de regir con corrección y eficacia. Cuando las últimas premisas no podían ser cumplidas por ineptitud o incapacidad del monarca, éste generalmente recurría a validos o ministros para delegar en ellos funciones. Ocurrió así con Carlos II dada su lentitud mental y con Felipe V quien padecía depresión crónica.