Hongo de cuerpo fructífero ovoide o subesférico, de 5-10 cm de diámetro, sin pie, inicialmente cubierto de una membrana (peridio) blanquecina, persistente en la base durante la maduración, que se abre descubriendo una estructura hueca y con espacios, a modo de reja o malla, de aspecto esponjoso y color rojo intenso, con interior cubierto de una capa (gleba) verde oscura, olivácea, viscosa y pegajosa, que contiene  microscópicas esporas.

Hábitat y distribución

Terrenos ricos en humus o materia orgánica, de cierta nitrificación, principalmente en sotobosques de pinar de pino carrasco (Pinus halepensis), con frecuencia en astillados en descomposición. Especie europea y mediterránea, que alcanza las islas macaronésicas y ha colonizado América y Oceanía. En España se distribuye por los territorios más termófilos, siendo, por lo general, un hongo poco frecuente. En la Región de Murcia se conoce de Sierra Espuña y sierras prelitorales murcianas (Majal Blanco, El Valle, Puerto de la Cadena, etc.) e, incluso, en las sierras de Cartagena (Llano del Beal).

Observaciones

Hongo muy llamativo, por su coloración y olor desagradable, que puede advertirse incluso a varios metros de distancia. Suele encontrarse solitario o en grupos de de 2-3 ejemplares, particularmente en primavera, pero también en cualquier mes con días de temperaturas suaves (septiembre, diciembre, enero, etc.), a la semana o dos semanas después las lluvias.

Esta particular “seta” es comestible en su primera fase de desarrollo, cuando recuerda a un huevo blanquecino, presentando entonces un interior gelatinoso y blando, con sabor que recuerda al rábano. Sin embargo, es un hongo muy poco apreciado y cuando el peridio se rompe desprende un hedor desagradable, que no invita a su consumo.

Es precisamente la pestilencia del cuerpo fructífero, desprendida por la gleba, unida a la forma y coloración rojiza de la estructura, una estrategia muy elaborada para la dispersión de sus esporas, hasta tal punto que para las moscas es tan atractiva como la carne putrefacta y en descomposición, siendo continua e incesante la visita de estos insectos, habituales sobre la malla y adentrándose en su interior, que veremos casi con total seguridad (salvo al caer la tarde) si tenemos la suerte de localizar uno de estos raros hongos.

Sobre la especie, en la Guía Incafo de los hongos de la Península Ibérica, de Moreno, Manzón y Zugaza (1986) se destaca: “conocida desde la edad media y utilizada en brujería. Su hallazgo en el campo era considerado como símbolo de mal augurio y quizá por ello, en algunas zonas, aparecen sus carpóforos pisoteados sin contemplaciones”.

Es similar, aunque notablemente –y siempre– más pequeño que Clathrus ruber, a lo sumo de 2-3 cm de diámetro, el colo rojizo (Colus hirudinosus), igualmente maloliente, pero de apariencia más higrófana, que además presenta una evidente y marcada hendidura o línea media entre los espacios del cuerpo fructífero.

José Antonio López Espinosa