El Portús
El Portús
Joaquín Molina Muliterno
Humedal de las Ramblas de Mazarrón
Humedal de las Ramblas de Mazarrón

El agua tiene un protagonismo importante en el paisaje litoral. Es un recurso superabundante en el medio marino -aunque inasequible para la mayoría de los organismos terrestres-, que se vuelve limitante para el desarrollo de la vida y para el asentamiento de la población en el espacio terrestre. En nuestro litoral no desembocan cursos de agua de importancia, e incluso los que vierten al Mediterráneo en zonas próximas, como el Segura, lo hacen ya bastante mermados por la explotación humana. Lo que de paso les hace difícil cumplir otras funciones, como es el aporte de sedimentos o la fertilización de las aguas costeras, para los que representan un sustento vital.

En la frontera entre la tierra y el mar las aguas suelen tener un carácter salino, ya que la influencia marina apenas resulta contrarrestada por estos exiguos caudales y por el también escaso aporte de aguas de lluvia. Aunque en la costa son frecuentes los humedales, en su mayor parte se trata de lagunas directamente conectadas con el mar, o bien almarjales y saladares donde aflora un nivel freático también directamente afectado por las aguas marinas. De hecho, aunque en las llanuras litorales existen importantes acuíferos, la intrusión marina en ellos, exacerbada por la sobreexplotación de estos recursos subterráneos, constituye hoy un grave problema.

El resto de la red hidrográfíca superficial es un conjunto de cauces generalmente secos, o con descargas de agua modestas en su extensión y volumen. Son las ramblas, de muy diversa morfología y comportamiento, pero que tienen en común un carácter irregular, pasando en poco tiempo de estar prácticamente secas a transportar grandes caudales. Esto es debido al régimen torrencial de las precipitaciones, que se concentran en un corto periodo de tiempo provocando avenidas. Las ramblas litorales suelen desembocar directamente al Mediterráneo o al Mar Menor. Se originan en los relieves litorales o prelitorales, cuya distancia a la costa determina la longitud y morfología del cauce, y la extensión de sus cuencas de drenaje.

Existen ramblas de muy corto desarrollo, que descienden directamente de sierras próximas al mar, con cauces de fuerte pendiente, encajados y con predominio de los procesos de erosión. Un ejemplo serían las ramblas que drenan las sierras calizas y los relieves metamórficos próximos a la costa, como las del Cabezo de la Fuente, el Barranco del Moro, o la Rambla del Gorguel. Otras ramblas que desembocan entre estos relieves presentan una mayor longitud y extensión de superficie drenada, como las de Benipila, del Portús o del Cañar. También tienen características erosivas en sus tramos altos, pero al llegar a la llanura presentan cauces amplios, de muy poca pendiente. Finalmente, las ramblas con mayor desarrollo son las que surcan las llanuras sedimentarias: ejemplos son las del Albujón, Miedo, Miranda y Beal en el Campo de Cartagena, o la de las Moreras en Mazarrón. Algunas, como la del Albujón, llegan a desdibujarse en las zonas más bajas de las depresiones litorales.

Muchas ramblas litorales ni siquiera alcanzan el mar, desembocando en los humedales costeros (marinas, almarjales y lagunas). Ejemplos son las ramblas de Miranda, del Miedo y del Albujón, que vierten sus aguas a la Marina del Carmolí, o las del Beal y Ponce, que desembocan junto al humedal de Lo Poyo, en lo que antiguamente fue la Laguna de San Ginés. Otras, como la de las Moreras, forman charcas litorales al quedar los extremos de su cauce interrumpidos por barras de arena, que se rompen durante las avenidas y se reconstruyen posteriormente por la dinámica litoral.

Salinas de Calblanque

Salinas de Calblanque

El hombre ha alterado de forma notable estas redes de drenaje, canalizando y desviando los cauces, para permitir el uso de los humedales y terrenos limítrofes para diversas funciones (agricultura, urbanización, producción de sal). En Calblanque, la Rambla del Cabezo de la Fuente vertía antiguamente sus aguas a las Lagunas de Punta Blanca (hoy Salinas del Rasall), sin llegar al mar como lo hace actualmente. Otros cauces, y sus llanuras de inundación, han sido parcialmente invadidos por edificaciones o infraestructuras. Entre las ramblas litorales se cuentan las de mayor peligrosidad por el riesgo de inundación que llevan asociado (Albujón, Benipila, Moreras), especialmente cuando a lo largo de la historia, el hombre se ha asentado junto a sus márgenes o desembocaduras.

Algunos relieves litorales se comportan como zonas de acumulación de aguas, en especial las zonas de naturaleza caliza donde la lluvia se infiltra y acaba por aflorar en surgencias naturales que el hombre ha conocido y manejado desde antiguo. Estos manantiales y fuentes naturales tienen una gran importancia ecológica y cultural, constituyendo enclaves húmedos en un entorno donde escasean las aguas superficiales. Son pocos los nacimientos de agua que no han sido modificados por el hombre, que ha canalizado la mayoría para almacenar sus caudales en balsas y albercas destinadas al riego, o a dar de beber al ganado y a las personas. Aún así, siempre que estos sistemas de captación y almacenamiento de agua tradicionales se encuentren en entornos poco artificializados, pueden servir como refugio de biodiversidad: numerosas plantas, invertebrados, anfibios y reptiles acuáticos, encuentran en ellos un hábitat idóneo.

También hay reservas subterráneas de agua dulce en otras zonas costeras, incluso muy cerca del mar, en depósitos sedimentarios superficiales situados por encima de niveles impermeables. Pueden constituir importantes acuíferos, como los del Campo de Cartagena, Mazarrón y Águilas, o pequeños depósitos localizados. Ambos tipos han sido aprovechados tradicionalmente por medio de pozos y norias, para el cultivo de regadío. En el último medio siglo, los grandes acuíferos han sufrido una importante extracción mediante bombeo, con los consiguientes problemas de sobreexplotación y salinización, sólo mitigados a partir de los años 80 por la llegada de aportes externos a través del Trasvase Tajo-Segura, y más recientemente por la construcción de desalinizadoras. Hoy el paisaje de las comarcas de regadío del litoral aparece salpicado de balsas de riego, que representan un nuevo hábitat para algunas especies de fauna acuática. Incluso, en algunas zonas, las aguas de drenaje de los nuevos regadíos y los efluentes de las desaladoras están modificando los ecosistemas acuáticos del litoral, incrementando los caudales y el aporte de nutrientes que llegan a los humedales.

Francisco Robledano