Figura 1: Reconstrucción paleogeográfica del Mediterráneo occidental durante el Mioceno inferior, basada en la modificación de Martín-Algarra et al. (2004) de Ziegler (1988). En Vera, J. A. (2004)
Figura 1: Reconstrucción paleogeográfica del Mediterráneo occidental durante el Mioceno inferior, basada en la modificación de Martín-Algarra et al. (2004) de Ziegler (1988). En Vera, J. A. (2004)
Antonio del Ramo
Figura 2: Reconstrucción paleogeográfica del Mediterráneo occidental durante el Mioceno superior, basada en la modificación de Martín-Algarra et al. (2004) de Ziegler (1988). En Vera, J. A. (2004)
Figura 2: Reconstrucción paleogeográfica del Mediterráneo occidental durante el Mioceno superior, basada en la modificación de Martín-Algarra et al. (2004) de Ziegler (1988). En Vera, J. A. (2004)
Antonio del Ramo

Neógeno: El Nacimiento de la Región de Murcia

    Desde finales del Eoceno hasta el Mioceno, se suceden distintos episodios de continentalización de las zonas noroeste y norte. En este último periodo, el Mioceno (25'2-5'2 Ma.), se experimentan importantes cambios en la paleogeografía de la región y del resto del sureste español; grandes formaciones rocosas que se habían formado durante el Paleozoico, Mesozoico y Paleógeno en el sureste del Mediterráneo (Zonas Internas), se desplazaron hacia la Península. El empuje de estos materiales geológicos condujo a que las formaciones rocosas de la región (Zonas Externas) se plegasen y cabalgasen unas sobre otras, aprovechando como nivel de despegue y deslizamiento las arcillas y yesos triásicos (Subbético) o las margas del Cretácico inferior (Prebético) (Tabla 5).

El nacimiento de la Cordillera Bética

    Durante el Mioceno inferior y medio tienen lugar las fases más importantes de la formación de la Cordillera Bética por la colisión entre las placas tectónicas de Iberia, África y Mesomediterránea.

    En el Mioceno inferior (figura 1) la mitad noroccidental de Murcia (Zonas Externas) formó parte del Paleomargen Sudibérico, que representaba el límite sur-sureste de la Placa Ibérica. Mientras que la mitad suroriental de Murcia (Zonas Internas) estaba a algunos centenares de kilómetros de su posición actual, en el Paleomargen Alpujárride-Rondaide, que representaba el límite oriental de la Placa Mesomediterránea. Ambas placas estaban separadas por el Surco de los Flyschs (Zona Circumbética), donde existía una corteza continental muy adelgazada y corteza oceánica, sobre las que se acumulaban importantes espesores de sedimentos pelágicos (margas-margocalizas) que alternaban con sedimentos turbidíticos (arenas) procedentes de la erosión de los paleomárgenes. 

    Dentro de las Zonas Externas, en el Prebético (al oeste y norte de la línea Moratalla-Calasparra-Cieza-Jumilla-Fortuna) al igual que durante el Oligoceno, se siguieron produciendo avances y retrocesos de la línea de costa ( transgresiones y regresiones), con predominio de los segundos. Mientras que en las partes subbéticas (al sur y este de dicha alineación) más alejadas del continente emergido predominó la sedimentación marina pelágica (margosa) con algunas intercalaciones arenosas (turbiditas), aunque algunas zonas subbéticas sufrieron un plegamiento generalizado, lo que originó el comienzo de su erosión y la formación de plataformas marinas someras arenosas (siliciclásticas) en las zonas más elevadas.

    Ya a finales del Mioceno inferior culminó el acercamiento entre Zonas Internas y Externas, desapareciendo el Surco de los Flyschs, cuyos sedimentos cabalgaron sobre los materiales subbéticos más orientales y se produjo el plegamiento generalizado del Subbético y comenzó el del Prebético.  Mientras que las Zonas Internas terminaron de apilarse unas sobre otras.

El Estrecho Norbético en el Mioceno medio

    A principios del Mioceno medio la Placa Mesomediterránea terminó por fracturarse y su fragmento más occidental, las Zonas Internas, (Dominio de Alborán) colisionó oblicuamente con las Zonas Externas (figura 2) generando una serie de movimientos laterales (fallas transcurrentes) que favorecieron la formación de cuencas marinas sinorogénicas (formadas a la misma vez que se formaba la Cordillera Bética, véase apartado de Geología de Murcia). Las formaciones rocosas subbéticas se fracturaron y se desplazaron (cabalgaron) unas sobre otras y sobre las formaciones rocosas prebéticas, aprovechando como lubricante y nivel de despegue los materiales margoyesíferos del triásico superior  de las facies Keuper (figura 3) o las margas cretácicas. Por su parte las formaciones rocosas prebéticas se plegaron y fracturaron, llegando a dar algunos cabalgamientos de menor relevancia que los subbéticos.  

    Surgieron así, una serie de cuencas marinas intercomunicadas entre sí, que recorrían el sureste de la península y comunicaban el Atlántico con el Mediterráneo, originando un brazo de mar (el Estrecho Norbético) salpicado de islas y delimitado al norte por materiales emergidos de las Zonas Externas y al sur por afloramientos de las Zonas Internas (figuras 4 y  5).

    La Región de Murcia, junto con Almería y el sur de Alicante, constituyó la desembocadura del Estrecho Norbético en el mar Mediterráneo. Era un archipiélago de islas que delimitaban cuencas marinas cuyas zonas someras estuvieron ocupadas por deltas y plataformas arenosas con algunos arrecifes coralinos y calizas de algas calcáreas. Mientras que en sus zonas profundas sedimentaban margas entre las que se intercalaban arenas turbidíticas. El progresivo levantamiento y estrechamiento de sus fondos marinos, los terremotos, la emersión de islas, las tormentas, etc,  provocaron fuertes corrientes que generaron grandes cañones submarinos y megaestructuras sedimentarias de inigualable valor y que hoy podemos verlas en parajes tan emblemáticos de Murcia, como Bagil, Estrecho de Bolvonegro, Monte Arabí, etc.

Del Caribe murciano a las salinas durante el Mioceno superior

    A principios del Mioceno superior concluyeron las fases más importantes de la Orogenia Alpina, se formaron las cuencas postorogénicas (después de la orogenia) y la Región de Murcia comenzó a adquirir el relieve que posee actualmente, que solo ha sido modificado desde entonces por: reajustes tectónicos; por un levantamiento eustático continuado de gran parte de sus terrenos, lo que provocó la progresiva retirada de las aguas marinas hacia el este-sureste; y por los procesos erosivos que han modelado el relieve y rellenado de sedimentos, marinos y continentales, las zonas más deprimidas.

    El Mioceno superior comenzó con una momentánea retirada de las aguas marinas (una regresión) que afectó sobre todo al noroeste y norte de Murcia, ya  que sus cuencas marinas pasaron definitivamente a ser continentales transformándose en zonas lagunares o pantanosas, bordeadas por abanicos aluviales. Mientras que en las del centro de la región se originaron abanicos deltaicos y deltas  que estuvieron rellenando las cuencas de sedimentos durante gran parte del Mioceno superior.

    Esta retirada parcial del mar (la llamada discordancia intratortoniense) fue seguida de una nueva transgresión que transformó el centro de la región en un archipiélago de islas rodeadas de arrecifes coralinos que se desarrollaron también, en numerosas ocasiones, sobre los sedimentos aportados por los abanicos deltaicos y deltas en las etapas con menor aporte sedimentario. Concretamente, durante el Tortoniense superior (hace unos 8 Ma.), coincidiendo con el cierre del Estrecho Norbético, casi todo el norte (Yecla y gran parte de Jumilla) y noroeste (Moratalla, Calasparra y parte de Caravaca y Cehegín) estaban ya emergidos, mientras que las zonas centro, este y sur formaban parte de este archipiélago rodeado de arrecifes coralinos (figura 5). Un paraíso de mares tropicales, poco profundos y con aguas cristalinas.

    El nivel que alcanzó el mar respecto a las zonas emergidas puede observarse actualmente por la existencia de superficies erosivas, que representan antiguas rasas de abrasión por el oleaje (uno de los mejores ejemplos está en la sierra del Baño, Fortuna); por la existencia de antiguos fondos submarinos y cantos perforados por bivalvos litófagos o por esponjas endolíticas tipo Clionia; por la presencia de crustáceos marinos sésiles como los balanus o bellotas de mar  y sobre todo por el desarrollo de arrecifes de coral, que formaron barreras más o menos continuas alrededor de las islas (Sierra Espuña, Lugar, Corque, Carrascoy, etc.) y de las costas de la región (la Pila, cuencas de Mula, Fortuna y Lorca). Estos últimos organismos, no solo nos informan de la paleogeografía de las costas en esta época, sino que nos permiten afirmar que existía un clima cálido, semejante al existente actualmente en el Caribe, así como, deducir las condiciones ambientales reinantes: salinidad, luminosidad, energía del oleaje, temperatura, turbidez de las aguas, etc.

    En zonas costeras someras y en los lagoons o albuferas delimitados por los arrecifes o por barras arenosas, proliferaron  colonias de gigantescas ostras (Crassotrea), mientras que en las zonas más profundas se acumularon importantes espesores de margas ricas en caparazones de plancton marino. En las zonas emergidas se desarrollaron diversas comunidades vegetales, de entre las que cabe constatar ya la existencia de palmeras.

    En las zonas más deprimidas del norte y noroeste de la región se formaron lagunas y lagos continentales, unas veces con agua dulce donde habitaban anfibios, diatomeas, peces, insectos, hidrobias, etc., otras con aguas salobres (sin anfibios) al sufrir invasiones marinas periódicas o al llegar a ellas sal y yeso procedentes de la extrusión de los diapiros triásicos (Terragoya-Los Royos). Tanto en las cuencas continentales (Salmerón-Las Minas) como marinas (Lorca y Fortuna) parte de este yeso se transformó en azufre por la acción de bacterias sulfato-reductoras, dando lugar a yacimientos de este mineral.

    El cierre del Estrecho Norbético y el progresivo levantamiento eustático de la región condujo progresivamente  a que las cuencas marinas del centro de la región perdieran agua y se transformasen en grandes salinas que periódicamente fueron invadidas por el mar (figura 6), que gracias a la existencia de un clima seco y caluroso se generó la precipitación de grandes cantidades de yeso y sal en estas cuencas por la evaporación de sus aguas salobres. Sal que posteriormente el hombre aprovecharía mediante salinas interiores (Molina de Segura, Fortuna, etc.). 

    A finales del Mioceno superior toda la región quedó emergida, ya que el Mediterráneo quedó aislado del océano Atlántico y se desecó (proceso geológico denominado crisis de salinidad Messiniense o del Mediterráneo). Cuatro mil km3 de agua al año se evaporaban bajo un calor intenso. En mil años el antiguo Tethis se convirtió en una cuenca de sal y lagos cáusticos. La emersión de los terrenos situados entre Iberia y África, y la desecación del Mediterráneo permitió la llegada a la región de fauna y flora procedentes del continente africano y de la zona occidental de Asia. Antílopes, camellos, caballos, pequeños elefantes, etc., llegaron a la región, junto con sus depredadores; hienas y tigres dientes de sable, entre otros. También, numerosas especies vegetales como la sabina de Cartagena, la cornicabra y el resto de endemismos iberoafricanos existentes hoy en Murcia, parecen haber llegado en estos momentos y corroboran la relación de su existencia con los procesos geológicos.

    Además de por causas tectónicas, la desecación del Mediterráneo y sus cuencas marginales murcianas, fue uno de los procesos que inicio el encajamiento de los ríos y ramblas de Murcia. El cambio de sus  niveles de base, de sus desembocaduras, generó el aumento de la pendiente y longitud de sus cauces, su rejuvenecimiento, y por tanto una mayor velocidad y poder abrasivo de sus aguas. Comenzó así el modelado de cañones tan espectaculares como Almadenes, río Luchena, rambla de Perea, río Chícamo, Somogil, etc. Proceso que aún continúa en la actualidad.

El volcanismo durante el Mioceno superior

    Durante el Mioceno superior, diversos tipos de magmas generados en el manto terrestre aprovecharon la existencia de las numerosas y profundas fracturas existentes en la corteza de la región para migrar hasta su superficie. La región se vio afectada por pequeños edificios volcánicos que se concentraron en el sureste (Mazarrón-La Manga), pero que también surgieron en su interior (Fortuna, Puebla de Mula, Barqueros, Zeneta) y en el noroeste (Calasparra, Moratalla) y norte (Jumilla). Originando en estos últimos casos, rocas de incalculable valor científico por su rareza mundial, las denominadas rocas ultrapotásicas o lamproíticas; las cancalitas, fortunitas, jumillitas y veritas.

    Este volcanismo enriqueció las aguas de mares y lagos en sílice, dando lugar a una gran eclosión de diatomeas, originando importantes formaciones de diatomitas y margas ricas en diatomeas (paper shale). En ambientes marinos o lacustres tranquilos y con poco oxígeno, el depósito estacional de estas algas en sus fondos, favoreció un excepcional legado; los yacimientos paleontológicos murcianos con  fósiles de peces, crustáceos, cefalópodos, insectos y vegetales, conocidos mundialmente.

La transgresión pliocena

    En el Plioceno se produjo la apertura del Estrecho de Gibraltar, el Mediterráneo quedó definitivamente comunicado con el Atlántico recuperando sus aguas la salinidad actual. En la región se produjo entonces un evento transgresivo que inundó, al menos, el Campo de Cartagena, las cuencas de Mazarrón y Águilas y llegó a algunas zonas de la cuenca del Guadalentín y Fortuna. Algunos científicos opinan que el Estrecho de Gibraltar surgió de una forma repentina, generando la inundación más descomunal de todos los tiempos. Cataratas mil veces superior a la actual Niagra, más de cien km3 de agua pasaban a gorgotones por Gibraltar todos los días, en tan solo un siglo el mar Mediterráneo, el tesoro de Europa, se lleno de nuevo de agua. Lo más asombroso es que este proceso de sequía-inundación parece ser que ha sucedido más de diez veces.

    Durante el resto del Plioceno el mar se retiró progresivamente de la región hacia el sureste, quedando solamente bajo él algunas zonas de Cartagena, Mazarrón y Águilas. Los procesos erosivos condujeron a la formación de grandes abanicos aluviales y glacis al pie de las sierras murcianas, donde comenzaron a formarse costras carbonatadas (caliches) que hoy preservan parcialmente el relieve de estos sedimentos continentales, mientras que en las zonas más deprimidas de las cuencas del norte y noroeste, algunos de estos abanicos daban paso a lagos donde precipitaron carbonatos (calizas lacustres).