Este primer lustro de la década de los cincuenta nos trae los trabajos iniciales de Guardiola ante las cámaras. La suya –en estos cinco años– es una fulgurante carrera que lo lleva de papeles sin relevancia, como mero extra, hasta la consecución de una mención honorífica, por su intervención en Sierra Maldita (Antonio del Amo, 1954) en el recientemente instituido Festival de Cine de San Sebastián.
Según confiesa el propio actor en otra entrevista, su primera aparición en la pantalla se produce en la película de Luis Lucia Lola la Piconera, en 1951. Sin embargo, anteriormente ha realizado ya al menos dos incursiones ante la cámara. La primera de que se tiene constancia es en Cuentos de la Alhambra, un largometraje basado en la obra homónima de Washington Irving, dirigido por Florián Rey (la actuación de Guardiola en este filme, corta de por sí, pasa desapercibida entre consagrados como Pepe Isbert, Nicolás Perchicot, Mario Berriatúa o Carmen Sevilla) y, en 1951 se estrena Surcos de José Antonio Nieves Conde, una película en la que el papel de Guardiola sigue siendo casi de extra. Es posible que su participación en este largometraje haya venido de la mano de quien le realizó la primera prueba ante una cámara, Manuel Mur Oti. Podemos atribuir a Nieves Conde el descubrimiento de Guardiola como “villano” absoluto. Esta caracterización perseguirá a José Guardiola a lo largo de toda su cinematografía, dando a nuestro cine uno de los más auténticos malvados, como criminal, como rufián y en otros muchos papeles.
En las dos siguientes películas Guardiola recupera, en cambio, un estereotipo muy cercano al rol que representó en su primera película, el de español “racial”. La primera de éstas, Lola la Piconera de Luis Lucía, pertenece todavía a 1951 y nos muestra a un Guardiola aún en papeles de poca importancia, si bien en este caso ya goza de algunas líneas en el guión. Dos años más tarde interviene Guardiola en la primera coproducción (en este caso hispano-francesa) de su carrera, la película dirigida por Georges Rouquier y Ricardo Muñoz Suay Sangre y Luces, de 1953. Para el filme, que es la primera película española filmada en Eastmancolor, “necesitaban un gitano torero”.
En 1954 Antonio del Amo se encuentra con fotografías y pruebas de cámara realizadas por Guardiola y decide, contratarlo para la película que está próximo a rodar. Hay que decir, no obstante, que al parecer no fue Guardiola el primer “seleccionado” para el papel. Otro distinguido murciano, Francisco Rabal, nos comenta en una carta: “Recuerdo que sin intención, por azar, contribuí a su gran éxito en Sierra Maldita pues Del Amo me llamó para interpretarla y no pude ir porque estaba rodando El beso de Judas (Rafael Gil, 1954). Desde luego, no lo hubiera hecho mejor que él.”
Se trata efectivamente de Sierra Maldita (1954), una obra destacable por motivos muy variados, entre ellos disfrutar del título de pionera, al tener lugar el primer rodaje que, aún no tratándose del género western, utiliza como fondo los áridos paisajes de Almería mucho antes de que en los sesenta lleguen los equipos de Samuel Bronston a filmar escenas de Rey de reyes o El Cid. También resulta una rareza para la época que teniendo un argumento “andaluz” la cinta no rezume “alegres canciones que expresan el alma andaluza”, sino que se encierra en una sobriedad lorquiana.
En cuanto a Guardiola, no en vano le fue otorgada una Mención Especial en la edición del Festival Cinematográfico de San Sebastián de ese mismo año, a pesar de su escasa filmografía. Su interpretación del lúbrico, despiadado y violento gañán, es merecedora de tal distinción y nos permite ver el fondo de un actor embutido totalmente en la piel de un personaje que destila maldad desde el mismo inicio de la acción convirtiéndose en una de las dos fuerzas amenazadoras, en su caso la propia maldad humana, que mantienen la tensión argumental.
Los ases buscan la paz (1954), de Ruiz Castillo, constituye una “supuesta biografía de Kubala convertida por el productor Antonio Bofarull, el guión de Alfredo Rueda y la dirección de Arturo Ruiz Castillo en un sabroso y esperpéntico cóctel de fútbol pasional y anticomunismo primario” según Carlos F. Heredero.
Guardiola realiza el papel de entrenador-comisario político entregado a la tarea de cuadricular a sus deportistas en cuerpo y alma a mayor gloria del mundo soviético y, claro, como se destaca en un artículo de Primer Plano, “el duro José Guardiola, nuestro duro de plata de ley ha recibido por primera vez en el cine un soberbio puñetazo que lo ha dejado viendo a todas las Marilyn Monroe del firmamento. El puñetazo era "made in Kubala". Sin embargo, la cosa no llegó a mayores, muy al contrario, parece ser que Guardiola (ferviente culé) y el astro del balón inician en este rodaje una buena amistad, menos es nada.