La importancia simbólica y estratégica de Aledo

     Aledo tuvo a finales del siglo XI una gran importancia estratégica y simbólica en el enfrentamiento entre cristianos y almorávides.

     En el contexto de la ofensiva cristiana que llevó a conquistar Toledo (1085), las tropas castellanas consiguieron hacerse también con una fortaleza tan adentrada en el territorio musulmán como lo era la de Aledo.

     Una vez allí, sembraron el terror entre la población musulmana y realizaron audaces expediciones de castigo sobre la huerta de Murcia y Orihuela, llegando a controlar por completo el valle del Guadalentín y las principales vías de comunicación.

     Cuando acudieron los almorávides en socorro de los musulmanes de Al-Andalus, uno de los primeros objetivos que se plantearon fue la reconquista de el castillo de Aledo , que llegaría a sufrir hasta tres asedios por parte de las tropas almorávides antes de poder truncar la resistencia cristiana.

     La inversión de fuerzas, medios e intentos por parte musulmana no fue en vano y Aledo fue recuperada.

     Después de tantos esfuerzos no es de extrañar el interés que manifestaron en reforzar las murallas del núcleo con la técnica del tapial.

     A la par el interior también fue modificado adquiriendo la población una estructura de un asentamiento típico musulmán donde conviven el elemento militar (alcazaba) el religioso o mezquita, y las casas de los pobladores.

Vídeos


Espacios virtuales


Interactivos

     El cambio de milenio en principio parecía traer buenos augurios a los musulmanes, tanto es así, que en el año 1000 las tropas capitaneadas por Almanzor tomaban la ciudad de Burgos. Pero muy pronto el esplendoroso Califato cordobés terminaría por sucumbir ante las guerras internas y la España musulmana quedaba fragmentada en pequeños reinos de taifas.

     Para ellos la suerte estaba echada, los reinos cristianos iniciaban una lenta pero inexorable reconquista de los territorios y en el mes de mayo de 1085 conseguían recuperar Toledo, la antigua capital del reino hispanovisigodo. Ante una situación tan delicada, los reyes musulmanes decidieron solicitar el apoyo militar de los almorávides, una ruda y poderosa dinastía beréber que había extendido su dominio por todo el norte de África.

     El emperador almorávide, Yûsuf ben Tasufîn (1062-1106), con el paso del tiempo fue fijando su atención en los asuntos de Al-Andalus. Desde su lejana corte en Marrakech, organizó los ejércitos con los que habría de atravesar el Estrecho de Gibraltar en tres ocasiones: la primera lo hizo para derrotar a Alfonso VI en la batalla de Sagrajas (1086) logrando detener momentáneamente el avance cristiano; la segunda para asediar a los castellanos que se habían refugiado en Aledo, teniendo que regresar a Marruecos sin resultado alguno, y la tercera para acabar con los reyes de taifas y controlar todo el territorio de al-Andalus (1090).

     El dominio sobre Toledo y la toma de Aledo forman parte de una misma estrategia de los castellano-leoneses para debilitar el poder musulmán. La definitiva caída de Toledo bajo poder castellano fue una victoria simbólica que dio a los cristianos nuevos bríos para descender hacia el sur, de tal forma que, sólo un año después, tropas al mando del noble caballero García Jiménez, asediaban y tomaban el castillo de Aledo en lo que puede definirse como la primera conquista cristiana del enclave musulmán.

     En ese periodo, Aledo alcanzaba un protagonismo inusitado y se convertía en la avanzadilla cristiana que puso en jaque a los reinos musulmanes. Las tropas castellanas sembraron el terror entre la población musulmana y realizaron audaces expediciones de castigo sobre la huerta de Murcia y Orihuela, dominando por completo el valle del Guadalentín y controlando las principales vías de comunicación. 

Los asedios y la toma de Aledo

     La recuperación del enclave aledano se convertiría en la principal preocupación de los musulmanes hispanos que nuevamente pidieron ayuda a los almorávides. El propio Yûsuf ben Tasufîn, al mando de sus tropas, atraviesa Gibraltar y une sus fuerzas a los ejércitos de las taifas de Sevilla, Málaga, Almería y Murcia. A los pies del castillo de Aledo establecieron su campamento y comenzaron a hostigar a los cristianos por medio de máquinas de guerra, construidas por expertos artesanos llegados desde Murcia. Pero los días se sucedían sin lograr la rendición de los cristianos, la moral de los sitiadores se resentía y comenzaban a producirse tensiones entre ellos. 

     El castillo de Aledo llegaría a sufrir hasta tres asedios por parte de las tropas almorávides en un intento desesperado por acabar con la resistencia cristiana. Es bien conocido como el Cid tuvo intención de acudir en su socorro, pero sería el propio monarca castellano, Alfonso VI, quien acudiría al frente de su ejército para auxiliar a los asediados a quienes logró liberar provocando la retirada de las tropas almorávides. No obstante, la superioridad de los ejércitos almorávides era manifiesta y optó por una retirada estratégica. De esta manera, hacia el año 1092 en las almenas del castillo de Aledo volvieron a ondear las banderas con la media luna.

     El final del largo asedio de Aledo tuvo una resolución trágica para el asentamiento. El propio Alfonso VI, una vez hubo tomado la decisión de abandonar la población ante la imposibilidad de seguir defendiéndola, ordenó también destruirla e incendiar sus casas. Esta terrible decisión tiene su razón de ser en el contexto de un conflicto bélico de esa naturaleza: el deseo de borrar del mapa uno de los enclaves estratégicos que en un futuro no muy lejano, cuando se reanudaran las hostilidades en el sureste peninsular, podía ser fundamental como enclave defensivo de los enemigos.

     El fracaso musulmán en el sitio de Aledo tuvo graves consecuencias en la historia de España. Los almorávides, una vez asentados en la península ibérica, pronto consiguieron detener la presión cristiana y controlar la región occidental, donde Sevilla se convirtió en la capital administrativa. En la mitad oriental de Al-Andalus, los ejércitos organizados desde Murcia participaron en las guerras de la frontera catalana-aragonesa, pero la resistencia del Cid en Valencia resultó difícil de erradicar y también fueron frecuentes las incursiones cristianas en territorio murciano, entre las que destaca la protagonizada por Alfonso el Batallador.

     Durante la primera mitad del siglo XII, debieron iniciarse las labores de reconstrucción del asentamiento de Aledo que, no sin grandes esfuerzos, se recupera del duro golpe. Los almorávides reconstruyeron y reforzaron muchos núcleos y aportaron a la península ibérica la técnica del 'tapial', con la que están construidas las murallas de Aledo y de otros muchos castillos de la región. Bajo su mandato es posible que surgiera una majestuosa alcazaba (sede del poder político), una mezquita mayor (aljama) y unas sólidas murallas que protegían los barrios de casas encaladas.