Armas ofensivas
El armamento es otro de los ejemplos materiales que han proporcionado las excavaciones en la necrópolis de El Cigarralejo, aunque abarca los s. IV y III a. C. La panoplia ibérica, elaborada por completo en hierro, es numerosa (aunque no completa) y tipológicamente comprende armas ofensivas y defensivas.
Entre las armas ofensivas destacan las espadas. La espada ibérica por excelencia es la falcata o sable para dar tajos y combatir en distancias cortas. Hay distintas variantes, pero básicamente se caracterizan por la empuñadura en forma de cabeza de caballo o de ave. Aunque menos abundantes no faltan otros tipos, como la espada recta o el puñal de antenas atrofiadas. Contamos también con una completa gama de lanzas para la lucha: el soliferreum, lanza arrojadiza de dos metros de longitud y apenas dos centímetros de diámetro, lo que lo hacía un arma muy eficaz. Las restantes lanzas, con el astil de madera y su regatón (extremo opuesto de la lanza), presentan moharras con nervios, lisas y de longitudes variables que oscilan entre los 12/15 centímetros y los 50/60 centímetros. Puñales y cuchillos afalcatados completarían el cuadro.
Armas defensivas
Entre las armas defensivas encontramos la caetra o escudo circular, que se usaba empuñado, era la principal arma defensiva junto con los pocos cascos que se elaboraran en hierro, como el documentado en Mula. La escasez de cascos, unido a la prolífica representación de guerreros portándolos, tanto en pintura vascular, como en la estatuaria ibérica, nos lleva a pensar en que la mayoría de los cascos debieron estar elaborados en un material perecedero como el cuero, quedando únicamente los refuerzos y adornos de metal como testimonio de los mismos. Lo mismo ocurriría con las grebas o espinilleras y con las corazas, que al ser de cuero, debieron perderse en la pira de leña. Junto a la panoplia suelen registrarse los elementos típicos del jinete como bocados de caballo con camas redondeadas y espuelas con aguijón, fabricadas tanto en hierro como en bronce.
El Cigarralejo ha proporcionado el mejor corpus disponible del s. IV a. C. de muchas armas como la falcata, el escudo o las lanzas, dentro de la panoplia ibérica del Levante, Sureste peninsular y Alta Andalucía. Pero escasean o están totalmente ausentes otros tipos de armas característicos de periodos anteriores o posteriores, como los puñales triangulares, cascos de bronce, las espadas de frontón, grebas o espinilleras metálicas, bien documentados en distintos yacimientos peninsulares. Incluso armas muy útiles para herir a cierta distancia como las flechas o glandes de plomo tienen una presencia testimonial en el Cigarralejo.