Si el primer lugar conocido donde se montó artillería en la bocana de Cartagena, fuera del recinto urbano, fue en la punta de Trincabotijas, el segundo sería en La Podadera. La decisión de la Monarquía de que la flota de Galeras de España invernase en Cartagena (1667-1670), reforzó el carácter de base estable de las armadas hispánicas de la ciudad portuaria, por lo que de forma paralela surgieron varios proyectos que reformaban su fortificación o adaptaban las infraestructuras portuarias a los nuevos condicionantes. Por eso, es con esta circunstancia con la que se puede relacionar la decisión del duque de Veragua, Pedro Colón de Portugal, capitán general de aquella escuadra de remo, de establecer una batería en La Podadera que combinase sus fuegos con la de Trincabotijas, e impidiese la entrada de buques enemigos en la rada cartagenera.Si bien las obras fueron provisionales, pocos años más tarde el propio concejo de Cartagena encargó al famoso ingeniero militar Hércules Torrelli la construcción de un pequeño fuerte que consolidase el asentamiento. No obstante, las obras no quedarían finalizadas hasta bien entrado el siglo XVIII.
De nuevo la batería sería objeto de diferentes proyectos de reforma emanados del Plan de Defensa de 1860, pero su aspecto definitivo le fue dado ya a finales del siglo XIX, aplicando los planos realizados por el ingeniero militar Francisco Ramos Bascuñana para montar a barbeta dos cañones Krupp de 260 mm modelo 1883 que, junto a los de mayor calibre emplazados en Trincabotijas y Santa Ana Complementaria, ejercerían una eficaz y moderna defensa de la base naval a finales del ochocientos y comienzos del siglo siguiente.
Ya desfasada, en 1940 las piezas fueron desmontadas para enviarlas a Tarifa, donde fueron emplazadas en la batería de Canteruela, reforzando el control español del Estrecho de Gibraltar por aquellos años.