''No hay navegación más segura que julio, agosto y el puerto de Cartagena''   (Andrea Doria, 1466-1560).

   A fines del siglo XV comienza a despertar el puerto de Cartagena. Este despegue tan tardío tuvo su razón en el largo período medieval, cuando la vieja Carthago Nova no encontró el momento (vivió al calor de las crisis internas castellanas, las guerras civiles, los enfrentamientos con los reinos de Aragón y Granada) ni el lugar adecuado (era un espacio marginal de Castilla, con una frontera marítima abierta a la piratería y otra terrestre con Aragón y Granada) para alumbrar el más mínimo desarrollo.

   Sin embargo, en los últimos tiempos medievales el Mediterráneo occidental comenzó a adquirir un mayor protagonismo en el mapa económico europeo. En este espacio comenzó a desarrollarse el área de la lana, en el cual prevalecía el comercio de ésta y de otras materias primas relacionadas con la alimentación (como los cereales, el vino o el aceite) y la industria textil (caso del alumbre). Precisamente será en esta última zona donde ciudades como Alicante y Cartagena, puertos terminales de la lana castellana, van a progresar de forma continuada, iniciando un despegue económico que se prolongará sin interrupción durante los siglos XVI y XVII, teniendo como punto culminante el pacífico reinado de Felipe III, época de la que hoy les hablamos.

Francisco Velasco Hernández
Lourdes Sánchez Caballero
Revista Cartagena histórica, monográfico nº 20