Retrato del Conde de Floridablanca
Retrato del Conde de Floridablanca

     SIGLO XIX

     Los tres primeros cuartos del siglo XIX suponen para Murcia, como para el resto de España, años desconcertantes y de rápidos cambios. El siglo XIX puede dividirse en tres grandes etapas: la primera de ellas (hasta 1814) está marcada por la guerra contra la invasión francesa; la segunda (desde 1814 hasta 1874) por las continuas crisis de Estado y de gobierno que se dirimen en guerras civiles carlistas, golpes de estado y cambios de régimen; y la tercera (desde 1876) marcada por la solidez de la Restauración y el sistema canovista, caracterizado por un largo periodo de estabilidad y un lento pero constante crecimiento.

    La Guerra de la Independencia

     El siglo XIX no pudo comenzar peor para Murcia y su Reino. En 1802 se produjo la rotura de la presa del pantano de Puentes, cuyas aguas asolaron la ciudad y el campo de Lorca e importantes tierras de toda la vega del Guadalentín, desde Lorca hasta Murcia, ocasionando más de seiscientos muertos. Para colmo una epidemia de fiebre amarilla entre 1810 y 1812 y los aires de la guerra contra la invasión francesa hicieron más agobiante la situación.

     Durante la citada guerra, la Región desde el primer momento se manifestó fiel a la Junta de Gobierno de Madrid y después a la Junta Suprema Central (que presidía Floridablanca), constituidas tras el vil apresamiento de la familia real y su traslado a Fontainebleau en 1808 y tuvo que intervenir en ella, bien aportando soldados, bien como tierra de retaguardia desde la que se procuraba el abastecimiento del ejército español.

     Los episodios bélicos más importantes los vivieron Murcia y Yecla; además, las acciones del ejército francés fueron especialmente duras en Murcia capital, Jumilla, Cehegín, Cieza y en el Valle de Ricote. Cartagena, sin embargo, resistió la embestida francesa gracias a las fuerzas que protegían la ciudad y a sus defensas de fortificación que demostraron su eficacia.

     Pronto se organizaron Juntas locales de defensa y la Junta de Gobierno del Reino de Murcia, a través de las cuales se tramitó la ayuda murciana a los combatientes españoles, mediante líneas de avituallamiento, provisión de alojamiento de tropas y de armas (donde el Arsenal de Cartagena jugó un papel decisivo) y organización de la defensa, que se reforzó con la creación de milicias urbanas para la defensa ciudadana y grupos de voluntarios, como la Milicia Honrada de Lorca, que capitaneaba José María Rocafull.

     Durante estos años, dos diputados por Murcia participaron activamente en las Cortes constituidas a partir de 1810 en Cádiz y contribuyeron, de una manera o de otra, en la promulgación de la Constitución de 1812: Diego Clemencín Viñas y Vicente Cano Manuel y Ramírez de Arellano.

     Cuando por fin termina la guerra en 1814, Murcia está exhausta del esfuerzo realizado. Con la vuelta de Fernando VII de su secuestro francés se inició una nueva etapa histórica llena de luces y de sombras. En realidad, la guerra supuso una auténtica ruptura entre dos épocas. El carácter de enfrentamiento civil entre liberales y absolutistas, que en muchos aspectos tuvo la guerra, prosiguió una vez finalizada ésta.

    Liberales contra absolutistas: los reinados de Fernando VII e Isabel II

     Entre 1814 y 1848, el enfrentamiento entre liberales y absolutistas fue el enfrentamiento entre una nueva forma de hacer política, liberal, con gran influencia del estamento burgués y otra, todavía despótica y capitalizada por los monarcas y la aristocracia nobiliaria, que se resistía a sucumbir.

     Durante los años transcurridos entre 1812 y 1823, esta pugna política, salpicada por pronunciamientos e intervenciones, se tradujo en el Reino de Murcia en constantes enfrentamientos ideológicos. Las afinidades ideológicas hicieron brotar, sobre todo en Murcia y Cartagena, logias, sectas, sociedades secretas, tertulias "patrióticas" en las que la naciente clase media, los militares ilustrados y algunos burgueses reconvertidos se agrupaban para conspirar o para debatir ideales modelos políticos y sociales. La ideología liberal se había afincado en muchos sectores sociales murcianos. Por entonces aparecen 'El Correo de Murcia' y 'El Universal' de Cartagena, primera prensa significativa de la Región.

    En 1820, el célebre general Riego se sublevó restaurando la Constitución de 1812 y obligando a Fernando VII a acomodarse a un Estado Liberal que, entre otras medidas, decretaría la abolición de la Inquisición. Sin embargo, en 1823 el Rey consiguió volcar la situación. Cuando se inició la Década Ominosa (1823-1833) la situación en Murcia, como en el resto de España, cambió radicalmente.

    El absolutismo monárquico de Fernando VII se materializaría en una dura etapa de represión política. La persecución de los liberales fue extremadamente dura y en Murcia se hizo funcionar en varias ocasiones el garrote vil instalado en la plaza de la Merced. Los ayuntamientos son renovados y la persecución política adquiere tintes dramáticos en muchas poblaciones como Caravaca, Alhama, Cehegín, Bullas, Yecla, Abanilla, Mazarrón y Blanca. Cartagena, que por su compleja estructura social era escenario de frecuentes actos de rebeldía política, fue especialmente castigada.

    Con la muerte de Fernando VII, en 1833 se reanudó el proceso liberal. María Cristina, madre de Isabel II, consciente de la necesidad de buenos aliados para combatir a los partidarios del pretendiente Don Carlos, comenzó su regencia apoyándose en los liberales. A ella le seguiría el general Espartero.

    Durante el reinado de Isabel II cabe destacar un notable desarrollo económico en la Región de Murcia (desde la reforma administrativa de 1833), el incremento de la actividad industrial en las zonas mineras de Águilas, Mazarrón y Cartagena y la culminación del tramo ferroviario de Madrid a Cartagena en 1863.

    El Cantón Murciano

    En 1868, Isabel II sería destronada, debiendo retirarse a Francia. Se iniciaba, así, el Sexenio Revolucionario (1868-1874), que culminará con la proclamación de la I República y el proceso federalista, en el que Murcia adquirió un especial protagonismo. Fracasadas las aspiraciones de Prim de instalar a Amadeo de Saboya, formó Pi y Margall un Gobierno que hizo que la República Federal viviera sus momentos más intensos, precisamente cuando, en medio de la convulsión general que vivía España, se inició el proceso cantonal en Murcia.

    En efecto, el 12 de julio de 1873 se proclamó el Cantón Murciano, que extendía su territorialidad por tierras de Levante y norte de Andalucía, en un intento de reagrupar las antiguas tierras del Reino de Murcia medieval. Pero, ante las amenazas centralistas y las discrepancias con Murcia, fue Cartagena el más firme bastión republicano de la Región, quien asumió la dirección de los hechos, consciente de su condición de plaza fuerte y base naval, con un importante Arsenal que permitió armar a un considerable número de defensores. Al frente del mismo estaba Antón Gálvez Arce, (Antonete Gálvez), militar progresista de origen humilde que entonces era diputado a Cortes por Murcia. La Cartagena cantonal llegó a acuñar moneda propia, como la de cinco pesetas, que en el anverso llevaba la leyenda 'Cartagena sitiada por los centralistas, septiembre de 1873' y en el reverso 'Revolución Cantonal, cinco pesetas'. Su circulación fue efímera.

     Tras la aventura cantonalista se impuso el orden republicano hasta que el 29 de diciembre de 1874 el general Arsenio Martínez Campos proclamó Rey al joven Alfonso de Borbón en Sagunto. En Murcia, como en el resto de España, fue bien acogida la Restauración en la figura del joven Alfonso XII. Ésta significó para la política murciana el predominio del Partido Conservador de Cánovas Del Castillo, al que se afiliaron nobles y oligarcas, mientras que la oposición formada por antiguos progresistas y demócratas procedentes de la burguesía y la clase media, lo hizo en el partido de Sagasta.

    Con la Restauración se inició un proceso de modernización y crecimiento económico y social no siempre acompañado de mejoras sociales. A ello se unió la relativa paz que conllevó el voluntario aislamiento de España de cualquier escenario internacional desde el desastre de Cuba y Filipinas de 1898, que se habría de prolongar hasta la Guerra Civil. En 1885 murió Alfonso XII, sucediéndole su hijo Alfonso XIII, quien era menor de edad; en consecuencia se estableció una Regencia en la figura de su madre María Cristina.

ARTÍCULOS RELACIONADOS



FUENTES:

  • PÉREZ PICAZO, María Teresa. "Oligarquía urbana y campesinado en Murcia, 1875 - 1902". Murcia, 1979.

  • PÉREZ PICAZO, María Teresa y LEMEUNIER, Guy. "El proceso de modernización de la Región murciana (siglos XVI - XIX)". Murcia, 1984.

  • RODRÍGUEZ LLOPIS, Miguel. "Historia de la Región de Murcia". Murcia, 1998.

  • VELÁZQUEZ MARTÍNEZ, Matías. "La Sociedad Económica de Amigos del País del Reino de Murcia: la institución, los hombres y el dinero (1777 - 1820)". Murcia, 1990.

  • VILAR RAMÍREZ, Juan Bautista. "El obispado de Cartagena durante el Sexenio Revolucionario". Murcia, 1973.

  • VILAR RAMÍREZ, Juan Bautista Y EGEA BRUNO, Pedro. "La minería murciana contemporánea (1840 - 1930)". Murcia, 1985.